domingo, 4 de julio de 2010

Obsesionados por el futuro. Por Alejandro Medina Villarreal


Conocer el futuro ha sido uno de los grandes intereses del ser humano. Pero tengo la impresión de que hoy resulta un tanto tenebroso pensar en el porvenir: el calentamiento global, las nuevas enfermedades, las interminables guerras, el aumento exponencial de la violencia, el desempleo, las crisis económicas, la escasez de agua, entre otras. Es por eso que cada vez que alguien pretende afirmar que tiene una información secreta sobre lo que sucederá en el mundo, mucha gente le presta atención.

En esta ocasión, los mayas han sido elegidos como herramienta para proclamar que sus supuestas “profecías” predicen el fin del mundo en el año 2012. Hoy circulan cientos de artículos en revistas y páginas de Internet, así como libros que abundan sobre la cultura y sabiduría maya con relación a los temas del final de la civilización humana. Bueno, parece que algunos místicos ya han dejado descansar a Nostradamus, a la gran pirámide de Egipto y a San Malaquías, y han volteado sus ojos a la antigua Mesoamérica, de por sí fascinante por sus grandes misterios y atractivos culturales, para pretender encontrar en sus arcanos un rumbo a este planeta.

Estas circunstancias traen a la mente las advertencias de Jesucristo en cuanto al tiempo del fin: “Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos” (S. Mateo 24:11).

La Biblia dice que únicamente Dios conoce el futuro y lo ha revelado en su Palabra. Todo aquel que quiera conocer el futuro del mundo necesita acercarse a las Escrituras con un oído atento. Más allá del manoseo de los temas proféticos y los sensacionalismos de algunos alarmistas —los cuales llenan de temor, angustia y desesperación a sus oyentes—, está la bendita revelación profética de la Palabra de Dios, la cual infunde esperanza, seguridad y fortaleza a quien se acerca a ella.

El estudio de las profecías bíblicas es hoy más importante que nunca. No hay por qué temer a estudiar estas partes de la Biblia. Le aseguro que la ignorancia conduce a una incertidumbre insoportable y conduce a tomar decisiones nefastas.

El sueño de un antiguo monarca

Nabucodonosor II fue uno de los hombres más emblemáticos del mundo antiguo: un militar muy astuto, un líder sumamente capaz, un personaje contradictorio, un hombre orgulloso, un individuo sensible a la Palabra de Dios.

¿Se revela Dios a los incrédulos o únicamente a los creyentes? La Biblia dice que el poderoso rey tuvo un sueño inspirado por Dios (Daniel 2:1-6). Eso significa que el Señor también se ocupa de aquellos que no creen en él y los busca especialmente. Pero entonces ocurrió algo muy extraño: a la mañana siguiente el monarca no recordaba el sueño. Sabía que se trataba de algo muy importante y el no recordarlo lo llenaba de angustia. Así que llamó a su cuerpo de adivinos, magos y sabios para que le resolvieran el problema, pero no lograron satisfacer la necesidad del rey. Furioso, el monarca amenazó con matar a todos los instruidos del reino.

Los babilonios eran devotos de muchos dioses, entre ellos Marduk (el “dios” de la sabiduría y protector de la ciudad, cuyo nombre popular era Bel) y Shamash (el dios del sol), pero en esta ocasión, por más peticiones y ruegos a Marduk y Shamash, todo resultó en vano. Así que el rey cumplió su palabra: mandó matar a los sabios del reino.

Daniel, un joven hebreo exiliado en Babilonia, era parte del grupo de sabios o consejeros pero no fue incluido en el grupo que se había presentado ante el rey. Cuando llegaron para arrestarlo, pidió tiempo para resolver el misterioso pedido del rey, y le fue concedido. Entonces se dedicó a orar e invitar al Señor para que le revelara el sueño y su significado. ¡Y Dios lo hizo!

El joven profeta se presentó muy seguro ante el monarca y afirmó la superioridad del Dios de Israel sobre los dioses de Babilonia. Además, aseguró que toda la honra pertenece al Dios del cielo. Dicho lo anterior, procedió a revelarle el sueño, el cual no era un sueño común y corriente. En realidad, se trataba de un mensaje divino para comunicarle la historia del mundo que vendría, incluyendo la intervención divina definitiva. Le dijo que él había soñado una enorme estatua que tenía la cabeza de oro, el pecho de plata, el vientre de bronce, las piernas de hierro y los pies en parte hierro y en parte barro. De pronto, una roca que cayó “no por mano humana” destruyó la estatua, la cual se convirtió en un gran monte.

Interpretación del sueño

El significado de la cabeza. Daniel dijo al rey: “Tú eres aquella cabeza de oro” (Daniel 2:38). Por lo tanto, la cabeza representa al Imperio Neobabilónico (605-539 a.C.). Como el oro es el primero entre los metales, este reino sería esplendoroso. Al caer Asiria, Babilonia heredó toda la Mesopotamia, Siria y Palestina. Después de someter a Egipto, no tuvo rival. Nabucodonosor II gobernó exitosamente durante cuarenta años. En Babilonia, reconstruyó y amplió el palacio, edificó los jardines colgantes, añadió una ciudad nueva en la ribera occidental del río y la interconectó con un puente permanente; asimismo, la rodeó con una muralla doble y, por fuera y a lo largo de ella, con un foso lleno de agua como protección.

El pecho. “Y después de ti se levantará otro reino inferior al tuyo” (Daniel 2:39). Representa al Imperio Medopersa (539-331 a.C.). Alrededor del 1000 a. C., los medos eran un pueblo poco organizado y pastoril que vivía en el este de Asiria; relacionados con ellos estaban los persas. Los persas tenían su propio rey, pero durante el período inicial el rey de los medos ejerció el poder tanto sobre medos como persas. A partir de Ciro, los persas asumieron exclusivamente el poder. Después de un largo sitio, la noche del 12 de octubre de 539 a.C. tomaron Babilonia y se erigieron como la nueva superpotencia mundial.

El vientre. “Luego un tercer reino de bronce, el cual dominará sobre toda la tierra” (Daniel 2:39). Representa al Imperio Grecomacedónico (331-168 a.C.). Alejandro Magno fue uno de los caudillos más famosos de la historia. Inició su invasión de Asia Menor en 334 a.C. Derrotó a Darío III en 333 a. C. en la batalla de Iso. Además, venció a los ejércitos persas en 331 a.C., en la batalla de Arbela y se halló dueño del Oriente. Realizó una expedición al corazón de Asia, y al regresar a Babilonia, murió ahí en 323 a.C. Se dividió su reino entre cuatro generales: Lisímaco, Seleuco, Casandro y Ptolomeo.

Piernas de hierro. “Y el cuarto reino será fuerte como hierro” (Daniel 2:40). Representa al Imperio Romano (168 a.C.-476 d.C.). Las guerras púnicas (264-146 a.C.) marcaron un paso gigantesco del avance en la dominación romana del mundo. Asimismo, la destrucción de Cartago, en 146 a.C., eliminó a uno de los mayores rivales de Roma. Las guerras macedónicas abarcaron el período de 215-168 a.C. y resultaron en la subyugación no solamente de Macedonia, sino también de parte de Asia Menor. Julio César hizo conquistas extensas en Galia y Alemania, y cruzó el Canal de la Mancha hasta llegar a las Islas Británicas. Fue dictador de Roma de 48-44 a.C. Por otra parte, Jerusalén cayó en manos de Pompeyo en 63 d.C. Augusto gobernó desde 27 a.C. a 14 d.C. El poderoso imperio empezaría a sufrir fuertes invasiones bárbaras en el siglo V, hasta sucumbir en el año 476.

Los pies. “Y lo que viste de los pies y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro, será un reino dividido; mas habrá en él algo de la fuerza del hierro, así como viste hierro mezclado con barro cocido. Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el reino será en parte fuerte, y en parte frágil” (Daniel 2:41-42). Estos versículos representan a la organización posterior del mundo: tribus bárbaras, países europeos, países del mundo.

Las tribus bárbaras fueron la base para la formación de los países de Europa. Después vino el feudalismo y la Edad Media; surgieron las ciudades medievales y las universidades. La Iglesia Católica tuvo un gran dominio. Pero nunca se levantó un Imperio como los de antaño. En el pasado reciente, Napoleón Bonaparte y Adolfo Hitler pretendieron establecer un imperio continental con la fuerza de las armas, pero cuando todo parecía a su favor, sus sueños se derrumbaron estrepitosamente.

¿Por qué? Porque Dios está detrás de la historia. Hasta la fecha vivimos en un mundo dividido en países poderosos (de hierro) y pobres (de barro) que conviven en medio de irreconciliables diferencias, donde la unidad parece una lejana utopía. Así lo había establecido la Biblia. ¿Entonces qué sigue?

La roca. En la Biblia, la roca representa a Cristo (ver 1 Corintios 10:4). Aquí se refiere a la segunda venida de Cristo.

Babilonia era un país con extensas llanuras, sin montes o altas elevaciones. Los babilonios levantaban edificios sagrados o zigurats como imitaciones de montes sagrados. Ellos creían que el mundo era una gran montaña, y que en la parte más alta estaba la morada de Dios. De modo que cuando Daniel afirma que habrá un “gran monte” (ver Daniel 2:35; 44, 45), significa que el Señor establecerá su reino en este mundo.

La historia se ha desarrollado sobre la base de un plan divino. Dios sabe a dónde se dirige este planeta. Este mundo no será destruido por una tercera guerra mundial, una glaciación o una supuesta invasión extraterrestre. No. ¡Jesús vendrá en las nubes de los cielos en gloria y majestad! (S. Mateo 24:30). Vendrá como lo prometió, para intervenir en un mundo que ha agotado sus recursos naturales y sus propuestas de organización social. Regresará para llevarnos con él (ver S. Juan 14:1-3).

En el pasado hubo poderosos imperios, como el neobabilónico, el medopersa, el grecomacedónico, el romano. Por muchos años el mundo ha vivido dividido en países poderosos y débiles. ¡Pero es hora de que el Rey de reyes establezca su reino en este planeta!




Fuente: ElCentinela.com / Junio 2010
Autor: Alejandro Medina Villarreal, es director editorial de GEMA (Grupo editorial mexicano adventista), con sede en México, D.F.

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miércoles, 9 de junio de 2010

El remanente del tiempo del fin. Por Ángel Manuel Rodriguez

¿Cuáles son las implicancias prácticas de este concepto teológico?

El concepto del remanente tiene una larga historia bíblica, que va desde el Génesis (6:9; 7:23) hasta el libro de Apocalipsis (12:17); y es fundamental para entender la naturaleza del pueblo de Dios y su intención divina para ellos. En el centro de este concepto bíblico yace un profundo interés en la preservación de la vida humana. Las familias, las tribus y las naciones del mundo antiguo muy frecuentemente se veían amenazadas por la posibilidad de la exterminación a través de ataques militares u otras catástrofes. Por lo tanto, era natural que se preguntaran por el tema de la supervivencia. Si aunque fueran unos pocos, un remanente podía sobrevivir, el grupo no se extinguiría. Se hacían todos los esfuerzos para asegurarse de que un remanente de ellos quedara en la Tierra.

Significado teológico

Perspectiva del Antiguo Testamento: En el Antiguo Testamento, el concepto de remanente tenía un rico contenido teológico. Estaba enraizado en el conflicto cósmico, y transmitía la certeza de que, en este conflicto cósmico, Dios saldría victorioso. Las fuerzas del mal intentaron exterminar al pueblo de Dios, la simiente de la mujer (Gén. 3:15), y circunstancialmente, pareció que tuvieron éxito al engañar, corromper y perseguir a gran parte del pueblo de Dios. No obstante, Dios siempre preservó un remanente. Por medio de estos fieles, llevó a cabo sus intenciones a lo largo del desarrollo de la historia. Fueron preservados por medio de su gracia salvadora. En la mayoría de las ocasiones, esto sucedió en medio de una apostasía nacional (ver Gén. 7:23; 1 Rey. 19:14; Apoc. 2:24). Cuando la verdad fue rechazada, Dios preservó un remanente por medio del cual la verdad fue protegida y restaurada.

Perspectiva cristológica: El remanente está estrechamente vinculado con la persona y la obra de Jesucristo. Si bien el pueblo de Dios forma parte de la simiente de la mujer (Apoc. 12:17; ver Rom. 16:20), Jesús es la Simiente de la mujer; el pueblo de Dios es su descendencia, pero él es el Hijo de la promesa (Apoc. 12:5). Él es la mejor expresión del remanente. Vino a un mundo de rebelión y pecado, permaneció absolutamente leal a Dios y derrotó definitivamente a las fuerzas cósmicas del mal. Jesús fue el instrumento majestuoso de Dios para revelar al universo la verdad acerca del carácter amoroso de Dios. En él y a través de él Dios preservó la raza humana. Por lo tanto, la identidad y la obra del pueblo remanente de Dios están determinadas y centradas en la persona y la obra del Hijo de Dios.

Los adventistas y el remanente de Dios del tiempo del fin

Los adventistas creen que Dios los levantó en el cierre del conflicto cósmico como un movimiento de reforma con el fin de preparar al mundo para el regreso de Cristo. Encontraron su identidad, su mensaje y su misión como remanente de Dios en el tiempo del fin en Apocalipsis 12 al 14. El concepto de remanente desempeña un papel importantísimo en Apocalipsis y encuentra su expresión por medio de diferentes términos. Son llamados específicamente “el remanente/ el resto” (12:17). La palabra griega utilizada por Juan es loipos, y designa aquello que pertenece “a la parte de un todo que permanece o continúa y, así, constituye lo que queda del todo”.1 En el Apocalipsis señala, entre otras cosas, al remanente en la iglesia de Sardis (3:2), y al remanente fiel en Tiatira (2:24).2

Remanente histórico: De acuerdo con Apocalipsis, el remanente es una entidad histórica. Apocalipsis 12 provee un resumen profético de la experiencia de la iglesia cristiana. El dragón avanza primero contra el Hijo de Dios (12:2, 4, 5) y luego contra la mujer, la iglesia, en un intento por destruirla (12:13). Como resultado, el verdadero pueblo de Dios pasa a la clandestinidad y es protegido por Dios (12:14-16). Los 1.260 días señalan el período durante el cual la iglesia experimenta la apostasía, imponiendo su posición sobre los demás por medio del poder civil (ver Hech. 20:29, 30; 2 Tes. 2:2-6; Dan. 7:25; 8:12). Los reformadores intentaron restaurar la verdad bíblica pero, desafortunadamente, su tarea quedó inconclusa. Otras verdades bíblicas necesitaban ser restauradas. Cerca del fin del conflicto permanece un remanente, y es objeto de ataque del dragón (Apoc. 12:17).

Remanente visible: De acuerdo con el Apocalipsis, el remanente del tiempo del fin es identificable, visible. Posee algunas características específicas. Primero, guardan los mandamientos de Dios (12:17; 14:12). Se hace referencia primariamente al Decálogo. El tema central en este conflicto gira alrededor de la adoración: ¿A quién deberían adorar los seres humanos (14:7)? Dado que la ley de Dios fue alterada (ver Dan. 7:25), es necesario restaurarla. El séptimo día sábado ha de ser reinstalado en el Decálogo. Los hombres necesitan comprender que la apostasía en la iglesia le abre la puerta a mayores engaños demoníacos (Apoc. 13:13, 14). El remanente, por medio de la gracia de Dios, guarda sus mandamientos. Segundo, tienen el testimonio de Jesús (Apoc. 12:17). El testimonio de Jesús es identificado con el don de profecía (19:10). Los dones espirituales, incluso el don de profecía, deberían estar presentes en el pueblo remanente de Dios del tiempo del fin. El don de profecía fue manifestado poderosa y específicamente entre nosotros en el ministerio de Elena de White, aun cuando todavía anticipamos un glorioso cumplimiento de Joel 2:28 y 29.

El remanente también se caracteriza por tener la fe de Jesús (Apoc. 14:12); es decir, abrazar las enseñanzas de Jesús, basado en un compromiso de fe con él. Es responsabilidad del pueblo de Dios del tiempo del fin llamar al mundo a volver a las enseñanzas bíblicas de Jesús y sus apóstoles. Finalmente, el remanente tiene la paciencia de los santos (14:12). “Paciencia”, aquí, significa “resistencia”. En un tiempo en que prevalece el engaño y la apostasía parece predominar, el remanente resiste los ataques constantes del enemigo y sigue comprometido con el Salvador amante.

Misión del remanente: Pero el remanente también tiene una misión particular, y corresponde a la misión del movimiento adventista (Apoc. 14:6-12). En el centro de su proclamación está el evangelio eterno. Necesita ser oído nuevamente al fin del conflicto en el contexto del juicio final. Llaman a la humanidad a adorar a Dios el Creador, no al dragón y sus aliados (14:7). Es parte de su misión proclamar que la apostasía del mundo cristiano alcanzará dimensiones globales, pero que no será capaz de ofrecer la salvación que promete. Finalmente, se desplomará bajo su propio peso de engaño (14:8). El remanente anuncia que los que adoran a la bestia y se identifican con la agenda que promueve experimentarán la derrota (14:9-11). Por medio del remanente, Dios está reuniendo a su pueblo de cada tribu, pueblo y lengua. Las características mencionadas anteriormente, al igual que la misión que acabamos de analizar, definen quiénes somos e identifican al movimiento adventista con el remanente histórico y fiel de Dios.

El remanente y la iglesia cristiana

El pueblo de Dios en Babilonia: Dios tiene un pueblo en la Babilonia figurada, y es nuestra misión llamarlo a salir y formar parte del remanente escatológico de Dios del tiempo del fin (18:4). Estos son cristianos sinceros que sirven a Dios en diferentes denominaciones cristianas e incluso entre las religiones mundiales. Forman parte de la iglesia de Cristo. En la actualidad, no forman parte del grupo visible; es decir, no poseen las características del remanente, pero es el plan de Dios sacarlos de su invisibilidad a través de la misión de su pueblo remanente. Podemos, entonces, sugerir que la plenitud de la iglesia de Cristo está constituida por un remanente visible e histórico que tiene características específicas, y también por creyentes leales que todavía están en Babilonia, en el exilio. Necesitan escuchar el mensaje del remanente para poder reafirmar su compromiso con la verdad bíblica y no ser engañados por el dragón y sus aliados.

La plenitud del remanente: Esta comprensión del remanente no deja lugar para el exclusivismo. Dado que en la actualidad la iglesia es más grande que el remanente, este no puede proclamar exclusivismo eclesiástico. Dios también está activo fuera del remanente. Por lo tanto, no hay salvación fuera de la iglesia; esto no es exclusivismo soteriológico. Como ya se ha indicado, el componente invisible de la iglesia de Cristo, llamado por Jesús “otras ovejas que no son de este redil” (Juan 10:16), necesita escuchar el mensaje del remanente. Entonces, sucederá algo maravilloso y glorioso. A medida que el conflicto cósmico se acerque a su final, la expectativa escatológica de la unidad de la plenitud de la iglesia de Cristo será una realidad. El remanente y los que salen de Babilonia constituirán la plenitud del remanente escatológico de Dios. El pueblo de Dios, de cada tribu, nación y lengua, “dará voz al gran testimonio final al mundo”.3 Las fuerzas del mal “pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegido y fieles” (Apoc. 17:14). ¡Maranata!





Fuente: Revista Adventista, Mayo 2010 / "God's End-Time Remnant". Adventist Review, Diciembre 2009

Autor: Ángel Manuel Rodríguez. Doctorado en teología (ThD) Andrews University. Desde 1992 comienza a el trabajar para Biblical Research Institute (BRI) General Conference of Seventh-day Adventists y desde el 2002 es el Director. Autor de destacados libros y artículos en la revistas adventistas, destacándose su columna mensual en Adventist World. Fue director del Antillian College y vicepresidente académico del Southwestern Adventist University.
Referencias: 1. Johannes P. Louw and Eugene Albert Nida, Greek-English Lexicon of the New Testament: Based on Semantic Domains (New York: United Bible Societies, 1989), t. 1, p. 613. Ver también Frederick William Danker, A Greek-English Lexicon of the NT and Other Early Christian Literature (Chicago: Chicago University Press, 2000), p. 602, que declara que loipos se refirere “a lo que queda, especialmente después de que se ha realizado alguna acción”. 2. Para un análisis más detallado, ver Ekkehardt Mueller, “The End-time Remnant in Revelation”, Journal of the Adventist Theological Society 11 (2000), pp. 188, 189. 3. Jon Paulien, “Eschatology and Adventist Self- Understanding”, en Lutheran and Adventists in Conversations: Report and Papers Presented 1994- 1998 (Silver Spring, Md.: General Conference of Seventh-day Adventists, 2000; Geneva, Switzerland: Lutheran World Federation, 2000), p. 237.

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jueves, 27 de mayo de 2010

Microcosmos del Fin. Por Alberto R. Treiyer


La jornada había sido larga y muy dura. La más grande confrontación de Jesús con los dirigentes religiosos de la ciudad de Jerusalén quedaba atrás. Al retirarse la gloria divina que se encontraba velada ya no en una nube, como en la antigüedad, sino en la carne humana (Juan 1:9,14), la casa de Dios en Jerusalén iba a quedar vacía de la presencia celestial (Mat 23:38-39). Pero al comenzar a subir por la ladera de la montaña de los olivos, los discípulos se dieron vuelta y pudieron contemplar una vez más una escena tan espectacular como lo era el templo de Jerusalén.

“Durante más de cuarenta años se habían prodigado riquezas, trabajo y arte arquitectónico para enaltecer los esplendores y la grandeza de aquel templo. Herodes el Grande y hasta el mismo emperador del mundo contribuyeron con los tesoros de los judíos y con las riquezas romanas a engrandecer la magnificencia del hermoso edificio. Con este objeto habíanse importado de Roma enormes bloques de preciado mármol, de tamaño casi fabuloso”. No era de extrañar que aún los discípulos, cuyos sueños se vinculaban a esa ciudad y a Jesús como su futuro rey, se sintiesen orgullosos de semejantes construcciones.

“‘Maestro, mira qué piedras y qué edificios (Mar 13:1 [Luc 21:5: “adornado de hermosas piedras y dones”]), atinó a decirle uno de ellos. Pero los sentimientos del Señor estaban muy lejos de la vanagloria humana que tanto agrada a los mortales. Para sorpresa de todos, Jesús le respondió: “‘¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra que no sea derribada’” (Mat 13:1-2).


Microcosmos antiguos

Las palabras tan contrastantes de Jesús sobre el templo de Dios y su ciudad culminaban, en cierta forma para el Israel antiguo, los tantos anuncios proféticos que desde la antiguedad Dios había enviado acerca del “día del Señor”. Ese día de juicio los profetas lo anticiparon para con las ciudades de sus días, cuyos pecados llegaban a un punto que rebasaban la paciencia divina. Sus ruinas fueron microcosmos ilustrativos del juicio que tendría lugar, en el fin del mundo, en el macrocosmos global y planetario, cuando los mismos pecados que las habían causado pasasen a ser la nota tónica del mundo entero.

Esto entendían también los discípulos del Señor. Al ser testigos de la venida del Mesías prometido, pensaban que si había todavía un día del Señor para volver a destruir Jerusalén, debía ser el mismo día que traería a Jesús de los cielos para terminar con este mundo de pecado. Por eso le preguntaron, momentos más tarde, “¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del mundo?” (Mat 24:3). Y cuando más tarde Jesús ascendió a los cielos, confirmando su promesa de volver, volvieron a preguntarle: ‘¿Restituirás el reino a Israel en este tiempo?” (Hech 1:6).


El día del Señor.

¿En qué consistía el “día del Señor”, según los antiguos profetas? En un día amargo, de ira, de angustia, de castigo, venganza, ruina y desolación, de tinieblas y oscuridad, “de guerra contra las ciudades fuertes y las altas torres” (Sof 1:14-15; Am 5:18-20). ¿Debía suponerse, en este contexto dramático, que Dios daba entonces, rienda suelta a caprichos personales, como es usual entre los hombres? No. Para que nadie tuviera dudas acerca de la justicia de sus castigos, lo vemos convocando a su corte celestial para una investigación o requisitoria judicial que precede a su intervención (Gén 18:20ss; Sof 1:12; Dan 7:9-10).

Es más, no sólo los ángeles debían enterarse del proceso que Dios iniciaba contra la nación señalada. También los habitantes de las ciudades que iban a ser destruidas debían enterarse. Por esta razón, los mensajeros que Dios les enviaba para anunciar el castigo, pasaban a actuar, a su vez, como reporteros del juicio (Os 7:1-2; 8:13; 9:9; 10:2; 13:12). Y a pesar de tantas advertencias divinas, el día aciago cayó tantas veces en forma inesperada sobre los incrédulos, sobre “los que reposan tranquilos sobre sus inmundicias, y piensan: ‘el Eterno ni hará bien ni mal’” (Sof 1:12).

¿Qué es lo que Dios castigaba en aquellos prototipos pequeños del día final? Ese día del Eterno, según Isaías, debía abatir “la altivez de los ojos del hombre”, y humillar “la soberbia de los hombres”, para que sólo el Señor fuese exaltado (Isa 2:11-12; 14:12-13; Jer 50:29-32). De allí que la destrucción apuntaba mayormente a los símbolos de la arrogancia humana tal como se veían patentados “sobre toda torre alta, y sobre toda muralla fortificada” de sus ciudades (Isa 2:15). ¡Cuán vanos resultaban entonces tales escudos humanos detrás de los cuales procuraban parapetarse, sin buscar refugio en el único lugar seguro que Dios ofrece! (Sal 27:5; 31:19-23; 36:7-8; 91).

Siendo que la fragilidad y temor humanos acerca del futuro inducían a muchos a pensar sólo en sí mismos a expensas del pobre, el juicio de tal día apuntaba también a sus “grandes y hermosas” propiedades injustamente obtenidas. La inmundicia moral e hipocresía espiritual que se escondía, en tales circunstancias, bajo el barniz elegante de la abundancia material, tampoco escapaban a los ojos de los profetas (Isa 2:13-14; cf. Os 4:12-14).

No todo iba a ser tinieblas y desolación, sin embargo, en el día del Señor. Al derramar su juicio sobre las ciudades malvadas, Dios no olvidó jamás a un remanente fiel al que salvó (Isa 11:11ss; 12; 30:26,29; Joel 3:16ss). Tampoco olvidaría a un resto que guardase sus mandamientos en el fin del mundo cuando, según el Apocalipsis, Dios derramaría sobre toda la tierra, las plagas que consumarían su ira (Apoc 12:17; 14:12; 15:1; 16; 17:14). En otras palabras, tanto en el microcosmos de los pueblos antiguos como en el macrocosmos planetario de hoy, el día del Señor fue y sigue siendo un día contrastante, de desgracia para el mundo, pero de liberación y redención para el pueblo de Dios.


Los juicios microcósmicos anticipan un juicio universal y final.

La Biblia habla de sólo dos juicios universales, el del diluvio que tuvo lugar hace unos 4.000 años atrás (Gen 6-8), y el del fin del mundo que tendrá lugar pronto y por fuego (2 Ped 3:6-7,10). Aparte de los 120 años de predicación de Noé, no tenemos mucha información acerca de cómo Dios previno al mundo antediluviano de la gran catástrofe que iba a tener lugar en aquel entonces. Con respecto a la segunda tragedia universal que nos aguarda, sin embargo, tenemos no sólo el anuncio de los profetas, sino también los anticipos en miniatura de los juicios que Dios dio en lo pasado. En lugar de contemplar en forma pasiva a los hombres, en espera de la gran destrucción final, vemos que Dios interviene constantemente para frenar la maldad, y evitar que la rebelión humana alcance visos universales antes del tiempo señalado.

Por el hecho de limitar sus juicios, en tales ocasiones, a lugares específicos, dejando libres otros pueblos, sus castigos deben interpretárselos como misericordiosos. Debían despertar en los hombres el sentido del peligro que corren, y la realidad del juicio que les espera. Esto lo percibió el profeta cuando reconoció que, “cuando hay juicios” divinos “en la tierra, los habitantes del mundo aprenden justicia” (Isa 26:9). Se llenan otra vez las iglesias, la gente se pregunta muchas cosas, y se vuelve más receptiva para escuchar el evangelio.

Ahora bien, ¿cuáles son los instrumentos del castigo divino? ¿Son siempre la sequía, las tempestades y las plagas? ¿Interviene siempre él, en forma directa? No. Al no haber todavía una conflagración general y global como la que debía esperarse para el fin del mundo, Dios usa a menudo, para castigar las ciudades opresoras, a otros pueblos que tampoco lo reconocen, pero cuyos pecados no han sobrepasado aún los límites de la misericordia divina.

De esta forma, el reino de Asiria pasó a ser la “vara” del “enojo” del Señor, aunque su rey ni siquiera pudo imaginárselo (Is 10:5-7). Una vez que tales instrumentos malvados cumplen el designio de Aquel que pone y quita reyes (Dan 4:17; 6:20-21), Dios decide castigar igualmente “la soberbia” y “la altivez de sus ojos” (Isa 10:10-14). “¿Se jacta el hacha ante el que corta con ella? ¿Se ensoberbece la sierra contra el que la mueve? ¡Como si el bastón levantara al que lo levanta; como si la vara alzara a quien no es de madera!” v. 15).

Cuando los juicios de Dios se ejecutan a través de instrumentos crueles e inconscientes de cumplir con la voluntad divina, la Deidad simplemente juega el papel de Arbitro de todos los destinos. Retira su círculo protector de la ciudad condenada para dar libre acceso al destructor y enemigo por excelencia de Su creación. Así también ocurriría en el mundo entero, cuando los vientos de las pasiones humanas dejasen de ser retenidos por los cuatro ángeles que Dios apostó sobre los cuatro ángulos de la tierra para detener la maldad global, y demorar su destrucción final (Apoc 7:1-3; véase Dan 7:2).


¿Existen todavía microcosmos del juicio final, en esta época global?

¿Un fin del mundo sin la nación de Israel y sin su templo? Esto no podía caber en la mente de los discípulos. Siendo que en lo pasado, el día del Eterno había caído tanto sobre las naciones paganas como sobre su propio pueblo, pensaron que la ruina de Jerusalén coincidiría con la destrucción del mundo, confundiendo así el microcosmos de sus días con el macrocosmos final. Pero Jesús fue más allá de lo que ellos podían entrever a través de sus prejuicios nacionales, y con compasión les mezcló los dos acontecimientos. Cuando sus ojos se abrieran, podrían entender que la cercana destrucción de Jerusalén por los romanos no iba a ser aún el fin de todo, sino otro ejemplo o símbolo de la destrucción del mundo (cf. 1 Cor 10:6,11).

Cabe hacerse ahora la siguiente pregunta. Siendo que vivimos en el mundo en el que se cumplen las señales de repercusión universal que los antiguos profetas y apóstoles, y aún el Hijo de Dios mismo anunciaron, ¿podríamos esperar nuevos minianticipos de la destrucción final? Sí. Jesús los anticipó al describir en forma específica la época del fin. “Oiréis guerras y rumores de guerras”, anunció. Pero advirtió: “¡Cuidado! Nos os turbéis, porque es necesario que todo esto suceda, pero aún no es el fin” (Mat 24:6).

Fue en el S. XX que se dieron las primeras dos guerras mundiales que conoció nuestro mundo, y muchos creyeron que se iniciaba el fin mismo, olvidando las palabras precisas del Señor. Se reunieron los ejércitos de las naciones de nuevo, hace apenas una década, en torno a Iraq, y nuevamente comenzaron a circular versiones de la llegada del Armagedón, la última batalla del mundo de la que habla el Apocalipsis (Apoc 16:16). Pero no debía esperarse el fin aún. “Se levantará nación contra nación, y reino contra reino”, continuó diciendo el Señor. “Habrá pestes, hambres y terremotos en diversos lugares. Y todo esto será principio de dolores”, es decir, juicios anticipados, de mayor escala que los que tuvieron lugar en la antiguedad, pero no todavía el fin mismo.

En tales manifestaciones limitadas de sus juicios, el Señor busca despertar la conciencia de los pueblos y de las naciones a la realidad inminente del juicio que les espera, en donde ya no habrá más misericordia (Apoc 16). Así como en la antiguedad, y “con infalible exactitud, el Infinito sigue llevando cuenta con las naciones. Mientras ofrece su misericordia, y llama al arrepentimiento, esta cuenta permanece abierta; pero cuando las cifras llegan a cierta cantidad que Dios ha fijado, el ministerio de su ira comienza. La cuenta se cierra. Cesa la paciencia divina. La misericordia ya no intercede en favor de aquellas naciones”. “Amplia es la misericordia que se extiende hacia ellos, con llamados al arrepentimiento; pero cuando la culpa de ellos llega a cierto límite que Dios ha fijado, entonces la misericordia cesa sus intercesiones, y comienza el ministerio de la ira”.


La anticipación profética de la destrucción del Centro del Comercio Mundial.

Prácticamente cien años antes que cayesen los edificios más imponentes del mundo el 11 de Septiembre del 2001 en Nueva York, una vidente adventista lo vio y adelantó las razones por las que Dios permitiría que tal desgracia cayese, en un marco equivalente al que lo habían hecho en la antiguedad los mensajeros de Dios. Lo suyo no tuvo nada que ver con Nostradamus ni ningún otro agorero o futurista al que la gente recurre hoy sin poder encontrar nada que pueda realmente orientarlos en relación con los sucesos acaecidos.

Tres años antes de la destrucción de la ciudad de San Francisco por un terremoto en 1906, E. de White declaró que no iba a pasar mucho tiempo antes que esa ciudad sufriese los juicios divinos, y anunció que se repetirían “en otras partes las escenas de la calamidad de San Francisco... Los juicios que ya han descendido”, aclaró, “son una advertencia, pero no el fin del castigo que vendrá sobre las ciudades impías”.

Que habría nuevos microcosmos de resonancia mundial se ve en la siguiente declaración de 1901. “Los deleitables monumentos de la grandeza de los hombres se harán polvo aun antes que venga la última gran destrucción sobre el mundo”. “Estas orgullosas estructuras se convertirán en ceniza”. “Las costosas mansiones, maravillas arquitectónicas, serán destruidas sin previo aviso” como “ilustración de cómo, en un momento, los edificios de la tierra caerán en ruinas”.

“Los hombres continuarán levantando costosos edificios que valen millones”, fueron sus palabras; “se dará especial atención a su belleza arquitectónica y a la firmeza y solidez con que son construidos. Pero el Señor me ha hecho saber que a pesar de su insólita firmeza y su costoza imponencia, esos edificios correrán la misma suerte del templo de Jerusalén”. En otras palabras, no quedaría en ellos “piedra sobre piedra”.

En este respecto debemos recordar que cuando Jerusalén fue destruida, la gente, buscando el oro que se derritió por el fuego y se infiltró en las rendijas, fue moviendo piedra sobre piedra que hubiese quedado, cumpliendo literalmente lo que dijo el Señor. Hay ahora toneladas de oro sepultadas en los escombros de esos edificios de Nueva York, y están removiendo también todo, no solo para limpiar el espacio, sino para llegar hasta esa impresionante sepultura.

En 1904, la misma autora volvió a escribir: "Se me hizo contemplar una noche los edificios [de Nueva York] que, piso tras piso, se elevaban hacia el cielo. Esos inmuebles que eran la gloria de sus propietarios y constructores eran garantizados incombustibles. Se elevaban siempre más altos y los materiales más costosos entraban en su construcción. Los propietarios no se preguntaban cómo podían glorificar mejor a Dios. El Señor estaba ausente de sus pensamientos. Yo pensaba: ¡ojalá que las personas que emplean así sus riquezas pudiesen apreciar su proceder como Dios lo aprecia! Levantan edificios magníficos, pero el Soberano del Universo sólo ve locura en sus planes e invenciones. No se esfuerzan por glorificar a Dios con todas las facultades de su corazón y de su espíritu. Se han olvidado de esto, que es el primer deber del hombre. Mientras que esas altas construcciones se levantaban, sus propietarios se regocijaban con orgullo, por tener suficiente dinero para satisfacer sus ambiciones y exitar la envidia de sus vecinos. Una gran parte del dinero así empleado había sido obtenido injustamente, explotando al pobre. Olvidaban que en el cielo toda transacción comercial es anotada, que todo acto injusto y todo negocio fraudulento son registrados. El tiempo vendrá cuando los hombres llegarán en el fraude y la insolencia a un punto que el Señor no les permitirá sobrepasar y entonces aprenderán que la paciencia de Jehová tiene límite. “La siguiente escena que pasó delante de mí fué una alarma de incendio. Los hombres miraban a esos altos edificios, que juzgaban incombustibles, y decían: 'están pefectamente seguros' [muchos murieron porque los instaron a volver a subir diciendo que los edificios estaban seguros], pero esos edificios fueron consumidos como sustancia resinosa. Las bombas contra incendio no pudieron impedir su destrucción. Los bomberos no podían hacer funcionar sus máquinas. Me fué dicho que cuando llegue el día del Señor si no ocurre algún cambio en el corazón de ciertos hombres orgullosos llenos de ambición, ellos comprobarán que la mano otrora poderosa para salvar, lo será igualmente para destruir. Ninguna fuerza terrenal puede sujetar la mano de Dios. No hay materiales capaces de preservar de la ruina a un edificio cuando llegue el tiempo fijado por Dios para castigar el desconocimiento de sus leyes y el egoísmo de los ambiciosos".

En 1906, E. de White volvió a tener otra visión de terror, pero en donde no se le indicó el nombre de la ciudad a la que fue llevada. ¿Se habrá debido esto a la desatinada reacción de algunos predicadores que, luego de su descripción acerca de Nueva York, comenzaron a decir que esa ciudad iba a ser destruida por un maremoto, tergiversando así sus declaraciones? Hoy, casi 100 años después, asombra ver la similitud de esa otra visión con lo que ocurrió realmente en la destrucción del Centro del Comercio Mundial.

“Estaba en una ciudad sin saber cuál, y escuché una expresión tras otra. Me levanté rápidamente de la cama, y ví desde mi ventana grandes bolas de fuego. De ellas salían chispas, en la forma de dardos, y los edificios estaban siendo consumidos. En muy pocos minutos el bloque entero de edificios estaba cayendo, y los gritos y gemidos de lamento llegaban distintamente a mis oídos. Grité, estando levantada, para saber qué pasaba, ¿dónde estoy?, y ¿dónde está nuestra familia? Entonces desperté. Pero no podía contar dónde estaba, porque estaba en otro lugar fuera de mi hogar” (11 MR, 918).


Reflexiones inevitables.

Los diarios se han referido a las dos torres gemelas que cayeron junto con otros edificios inmensos como un símbolo del “poder humano”, del “poder económico”, que fue abatido. Se dio en medio del centro económico mundial, y afectó tremendamente los mercados mundiales. La ciudad de Nueva York, según todos admiten, no será nunca más la misma. Aunque destruida por manos perversas y asesinas, nadie que crea realmente en Dios puede dejar de preguntarse sobre la razón por la que Dios permitió tal acto de barbarie.

Más de 100.000 homosexuales desfilan por Nueva York todos los años. 434.000 mueren anualmente en los EE.UU solamente por el cigarrillo (1.200 por día), sin que se tomen medidas adecuadas para evitarlo. Cientos de miles más mueren por miseria económica en el resto del mundo, mientras que pocos hombres disponen de la mayor riqueza acumulada del planeta y viven en la abudancia y despilfarro. ¿Habría Dios de mantener indefinidamente su protección sobre un estado de violencia y rebelión tan grandes como la que se dan en esa “capital económica del mundo”?

Llama la atención también que en esa misma ciudad, apenas un año antes, los máximos representantes de todos los países del mundo se dieron cita por primera vez en tal magnitud. 150 presidentes de los principales países del mundo posaron para una foto, pregonando la paz, uno de los objetivos primordiales de las Naciones Unidas. Con el mismo fin, se estableció un organismo que se reunió también, apenas una semana antes también en Nueva York, rotulado “Religiones Unidas”. Todos hablan y parecen querer la paz mundial. Se auguraba un nuevo milenio que, ¡por fin!, gracias a los avances de la civilización y la globalización, iba a ser de paz. Pero en lugar de paz reaparece, repentinamente, el flagelo de la guerra y de la destrucción.

¿No será este el momento al que se refirió el apóstol Pablo, acerca del fin del mundo, cuando todo lo que ocurriese tendría una dimensión universal? Aunque todavía no es el fin, ¿quién puede negar que sea el preludio de los eventos finales? “Porque vosotros sabéis bien”, declaró el apóstol, “que el día del Señor vendrá como un ladrón en la noche. Cuando digan: ‘¡Paz y seguridad!’, entonces vendrá sobre ellos repentina destrucción, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. Pero vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como un ladrón... Por tanto, no durmamos como los demás, sino vigilemos y seamos sobrios... Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tes 5:2-9).

“A causa del aumento de la maldad”, dijo Jesús en esa tarde de anuncios proféticos a sus discípulos asombrados, “el amor de muchos se enfriará” (Mat 24:12). “En la tierra las naciones estarán en angustia, perplejas... Los hombres desfallecerán por el temor y la ansiedad de lo que vendrá sobre la tierra” (Luc 21:25-26). Pero vosotros, “cuando estas cosas empiecen a suceder, cobrad ánimo, y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (v. 28).





Fuente: Mensajes Distintivos Adventistas / "Microcosmos del Fin" (publicado en Revista Adventista , diciembre 2001). Estudio sobre las destrucciones que cayeron sobre pueblos en el microcosmos del mundo antiguo que Dios usa para ilustrar cómo será el fin del mundo. En especial, se analiza la destrucción de las dos torres gemelas de Nueva York a la luz de las anticipaciones proféticas de Elena de White.

Autor: Dr. Alberto Treiyer. (Argentina, 1948-) Teólogo e investigador sobre los mensajes bíblicos y proféticos distintivos que Dios nos dio para este tiempo.
Posee un B.A., Colegio Adventista del Plata, E. R., Argentina, M.Div. y D.Theol., Universidad de Estrasburgo, Francia.
Enseño teología en el Séminaire Adventiste du Saléve (Francia), en el Colegio Adventista de las Antillas (Puerto Rico), donde permaneció por seis años y fue director de su departamento de teología. Luego en la University of La Sierra, California y en el Columbia Union College.

Referencias: 1. E. G. de White, El Conflicto de los Siglos, p. 26. 2. Ez 22:24; Lam 2:22. 3. Isa 13:6ss; 19:16; Jer 30:5-7; Joel 1:16; Abd 12-15. 4. Isa 34:8; 63:4; Jer 46:10; 47:4; 50:27-28. 5. Eze 30:2-3. 6. “¡Ay de los que juntan casa con casa, y añaden heredad a heredad hasta que no queda lugar! ¿Habitaréis vosotros solos en la tierra? (Isa 5:8-9). 7. Cuando los juicios divinos son ejecutados por entidades malignas, a menudo sufren también justos por pecadores. Así, según una tradición judía, Jeremías murió apedreado por anunciar la destrucción de Jerusalén por los babilonios. Daniel y sus tres amigos fueron llevados cautivos, junto con otros que no perecieron en la destrucción. Se aplican también a los inocentes que sufrirían en tales circunstancias, las siguientes palabras del Señor: “No temáis a los que matan el cuerpo, que no pueden matar al alma. Antes temed a Aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mat 10:28). 8. CS, 40: “La profecía del Salvador referente al juicio que iba a caer sobre Jerusalén va a tener otro cumplimiento, y la terrible desolación del primero no fue más que un pálido reflejo de lo que será el segundo. En lo que acaeció a la ciudad escogida, podemos ver anunciada la condenación de un mundo que rechazó la misericordia de Dios y pisoteó su ley..., consecuencias de haber rechazado la autoridad del Cielo... La historia de lo pasado, la interminable serie de alborotos, conflictos y contiendas, ‘toda la armadura del guerrero en el tumulto de batalla, y los vestidos revolcados en sangre’ (Isa 9:5), ¿qué son y qué valen en comparación con los horrores de aquel día, cuando el Espíritu de Dios se aparte del todo de los impíos y los deje abandonados a sus fieras pasiones y a merced de la saña satánica? Entonces el mundo verá, como nunca los vio, los resultados del gobierno de Satanás”. 9. E. de White, Profetas y Reyes, p. 269. 10. De la misma autora, en LP, 318. 11. E. G. de White, Eventos de los Últimos Días, 117. 12. Ibid, 118. 13. Ibid, 115. Usando la misma expresión, los diarios describieron los atentados contra las dos torres gemelas de Nueva York. Véase Clarín, 17 de octubre: “El ícono máximo del capitalismo mundial, reducido a polvo”. 14. Ibid. 15. Ibid. 16. JT, 280-1. 17. Carta 176, 1903. 18. Clarín, 21 de Octubre, 2001: "Está en juego nuestro futuro económico. Atacando dos grandes símbolos del mundo financiero, como las Torres Gemelas, los terroristas han intentado golpear nuestra confianza en el sistema económico mundial...".

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jueves, 6 de mayo de 2010

La Ultima Crisis de la Tierra. Por Elena G. de White

Temor ampliamente difundido en cuanto al futuro

El momento actual es de interés abrumador para todos los que viven. Los gobernantes y los estadistas, los hombres que ocupan puestos de confianza y autoridad, los hombres y mujeres pensadores de todas las clases, tienen la atención fija en los acontecimientos que se producen en derredor nuestro. Observan las relaciones que existen entre las naciones. Observan la intensidad que se apodera de todo elemento terrenal, y reconocen que algo grande y decisivo está por acontecer, que el mundo se encuentra en víspera de una crisis espectacular. -PR 394, c. 1914.

Las calamidades en tierra y mar, la inestabilidad social, las amenazas de guerra, como portentosos presagios, anuncian la proximidad de acontecimientos de la mayor gravedad. Las agencias del mal se coligan y acrecen sus fuerzas para la gran crisis final. Grandes cambios están a punto de producirse en el mundo, y los movimientos finales serán rápidos.- 3JT 280, 1909. 12

Pronto vendrán tiempos angustiosos

El tiempo de angustia, que irá en aumento hasta el fin, está a las puertas. No tenemos tiempo que perder. El mundo está agitado con el espíritu de guerra. Las profecías del capítulo 11 de Daniel casi han alcanzado su cumplimiento final. -RH Noviembre 24, 1904.

El tiempo de angustia -angustia como no ha habido desde que hubo nación [Dan. 12: 1]- es Inminente, y no encontramos como las vírgenes dormidas. Debemos despertar y pedirle al Señor Jesús que nos sostenga con su brazos eternos y nos lleve a través del tiempo de prueba que está ante nosotros. -3MR 305 [1906].

El mundo se está volviendo más y más anárquico. Pronto una gran angustia sobrecogerá a las naciones, una angustia que no cesará hasta que Jesús venga.- RH Febrero 11, 1904.

Estamos en vísperas del tiempo de angustia y nos esperan dificultades apenas sospechadas.- 3JT306,1909.

Nos hallamos en el mismo umbral de la crisis de los siglos. En rápida sucesión se seguirán unos a otros los castigos de Dios: incendios e inundaciones, terremotos, guerras y derramamiento de sangre. PR 208 (c.1914).

Tiempos tormentosos están delante de nosotros, pero no profiramos una palabra de descreimiento o desánimo. -SC 169 (1905). 13

Dios siempre ha advertido en cuanto a los juicios venideros

Dios advirtió siempre a los hombres los juicios que iban a caer sobre ellos. Los que tuvieron fe en su mensaje para su tiempo y actuaron de acuerdo con ella, en obediencia a sus mandamientos, escaparon a los juicios que cayeron sobre los desobedientes e incrédulos.

A Noé fueron dirigidas estas palabras: "Entra tú y toda tu casa en el arca; porque a ti he visto justo delante de mí". Noé obedeció y se salvó. Este mensaje llegó a Lot: "Levantaos, salid de este lugar; porque Jehová va a destruir esta ciudad" (Gén. 7: 1; 19: 14). Lot se puso bajo la custodia de los mensajeros celestiales y se salvó. Así también los discípulos de Cristo fueron advertidos acerca de la destrucción de Jerusalén. Los que se fijaron en la señal de la ruina inminente y huyeron de la ciudad escaparon a la destrucción. Así también ahora hemos sido advertidos acerca de la segunda venida de Cristo y de la destrucción que ha de sobrecoger al mundo. Los que presten atención a la advertencia se salvarán.- DTG 588 (1898).

Dios nos ha dicho qué esperar en nuestros días

Antes de la crucifixión, el Salvador había predicho a sus discípulos que iba a ser muerto y que resucitaría del sepulcro, y hubo ángeles presentes para grabar esas palabras en las mentes y en los corazones.* Pero los discípulos esperaban la liberación política del yugo romano y no podían tolerar la idea de que Aquel en quien 14 todas sus esperanzas estaban concentradas, fuese a sufrir una muerte ignominiosa. Desterraron de su mente las palabras que necesitaban recordar, y cuando llegó el momento de prueba, los encontró sin la debida preparación. La muerte de Jesús destruyó sus esperanzas igual que si no se las hubiese predicho.

Así también las profecías nos anuncian el porvenir con la misma claridad con que Cristo produjo su propia muerte a los discípulos. Los acontecimientos relacionados con el fin del tiempo de gracia y la preparación para el tiempo de angustia han sido presentados con claridad. Pero hay miles de personas que comprenden estas importantes verdades de modo tan incompleto como si nunca hubiesen sido reveladas.- CS 118 (1854).

Las profecías acerca de los últimos días demandan nuestra atención

Vi luego el tercer ángel [Apoc. 14: 9-11]. Dijo mi ángel acompañante: "Su obra es terrible. Su misión es tremenda. Es el ángel que ha de separar el trigo de la cizaña, y sellar o atar el trigo para el granero celestial. Estas cosas debieran absorber completamente la mente y la atención". -PE 118 (1854).

Tendremos que comparecer ante magistrados para dar razón de nuestra lealtad a la ley de Dios, para dar a conocer los motivos de nuestra fe; y los jóvenes debieran entender estas cosas. Debieran estar al tanto de las cosas que acontecerán antes del fin de la historia del mundo. Estas cosas tienen que ver con nuestro bienestar eterno, y los maestros y alumnos deben prestarles más atención. -2JT 411 (1900). 15

Debiéramos estudiar los grandes hitos que señalan los tiempos en que vivimos. -4MR 163 (1895).

Aquellos que se coloquen bajo el control de Dios, para ser guiados por él, captarán el paso continuo de los eventos que él ha dispuesto que ocurran. -7T 14 (1902).
Debemos ver en la historia el cumplimiento de la profecía, para estudiar las operaciones de la Providencia en los grandes movimientos de reforma, y para comprender el progreso de los eventos en el ordenamiento de las naciones para el conflicto final de la gran controversia. -8T 307 (1904).

Estúdiense especialmente los libros de Daniel y Apocalipsis

Se necesita un estudio mucho más detenido de la Palabra de Dios; especialmente Daniel y el Apocalipsis deben recibir atención como nunca antes... La luz que Daniel recibió de Dios fue dada especialmente para estos postreros días. -TM 112-113 (1896).

Leamos y estudiemos el capítulo 12 de Daniel. Es una advertencia que todos necesitaremos comprender antes del tiempo del fin. -15 MR 228 (1903).

El último libro del Nuevo Testamento está lleno de verdades que necesitamos entender. -PVGM 103 (1900).

Pronto se cumplirán las predicciones incumplidas del libro de Apocalipsis. Ahora el pueblo de Dios debe estudiar con diligencia esta profecía y entenderla claramente 16. No encubre la verdad; nos advierte con claridad, diciéndonos lo que sucederá en el futuro. -1NL 96 (1903).
Los solemnes mensajes que en el Apocalipsis se dieron en su orden deben ocupar el primer lugar en el pensamiento de los hijos de Dios. -3JT 279 (1904).

El tema debiera mantenerse ante la gente

Hay muchas personas que no comprenden las profecías que se refieren a estos días, y por lo tanto deben ser ilustradas. Es el deber de los centinelas y los laicos dar a la trompeta un sonido certero.- Ev 146 (1875).

Alcen la voz los centinelas ahora, y den el mensaje que es verdad presente para este tiempo. Mostremos a la gente dónde estamos en la historia profética. -2JT 323 (1889).

Hay un día que Dios ha designado, para la conclusión de la historia de este mundo: "Será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin". La profecía se está cumpliendo rápidamente. Debiera decirse mucho, mucho más, sobre estos temas tremendamente importantes. Está cercano el día cuando el destino de las almas se decidirá para siempre...

Debieran realizarse grandes esfuerzos para mantener este tema ante la gente. El hecho solemne de que el día del Señor vendrá repentina, inesperadamente, debe mantenerse no sólo ante la gente del mundo sino también ante nuestras propias iglesias. La alarmante advertencia de la profecía se dirige a cada alma. Que nadie 17 se considere libre del peligro de ser sorprendido. Que ninguna interpretación de la profecía le robe a usted la convicción del conocimiento de los acontecimientos que muestran que este gran evento está cercano.-FE 335-336 (1895).

Manteniendo los eventos futuros en su debida perspectiva

No estamos ahora en condiciones de describir con exactitud las escenas que ocurrirán en nuestro mundo en el futuro, pero sí sabemos que éste es un tiempo cuando debemos velar y orar, porque el gran día del Señor está cercano.-2MS 40 (1901).

La marca de la bestia es exactamente lo que ha sido proclamado. No se comprende todavía todo lo referente a este asunto, ni se comprenderá hasta que se abra el rollo.-2JT 371 (1900).
Muchos apartarán su mirada muy lejos de los deberes actuales, del actual consuelo y de las presentes bendiciones, y pedirán prestado dificultades para la crisis futura. Esto significará fabricar un tiempo de angustia anticipado; y no recibiremos gracia para ninguna de esas pruebas anticipadas.-3MS 438 (1884).

Hay un tiempo de angustia que se aproxima para el pueblo de Dios, pero no hemos de mantener eso constantemente delante de los nuestros, manejándolos de tal manera que pasen por un tiempo de angustia de antemano. Ha de haber un zarandeo entre el pueblo de Dios, pero no es ésta la verdad presente para llevar a las iglesias.-1MS 211 (1890). 18



Fuente: Eventos de los Últimos Días. Enfrentando la crisis final de la tierra / Capitulo 1. Pág. 11-18
Autor: Elena G. de White, los adventistas creemos que ella ejerció el don bíblico de profecía durante más de setenta años de ministerio público.
Nota del editor: La siguiente selección ha sido extraída de la autobiografía de Elena G. de White y describe lo que sucedió durante el verano de 1841, cuando como adolescente luchó para conectarse con Jesús y finalmente halló la paz.

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jueves, 1 de abril de 2010

Fuego del Cielo. Por Ángel Manuel Rodríguez

Apocalipsis 13:13 establece que el falso profeta "hace grandes señales, de tal manera que incluso hace descender fuego del cielo a la tierra". ¿Qué quiere decir esta declaración?En el Apocalipsis el fuego es un símbolo importante. Esta figura en general representa el juicio de Dios contra los pecadores (véase 8:5; 14:10), acción que a veces está destinada a preservar a los siervos del Altísimo (11:5). Curiosamente, a menudo está asociado con la Divinidad, específicamente con el Espíritu Santo en Cristo. Por ejemplo, Juan en el santuario celestial vio "siete lámparas de fuego", identificadas por él como símbolo del Espíritu (4:5). A Cristo también se lo relaciona con el fuego: "sus ojos, como llama de fuego" (1:14; 2:18; 19:12), "y sus pies como columnas de fuego" (10:1).

En la Biblia el fuego también es una figura teofánica (teofanía quiere decir manifestación divina), es decir, representa la presencia divina. Esto quiere decir que cuando Dios se manifiesta a los seres humanos, su presencia es comparada o se la asocia con el fuego. Aunque en el Antiguo Testamento hay muchos ejemplos que prueban esto, el más conocido es aquel que recuerda cuando el pueblo de Israel compareció ante Dios en el Sinaí: "Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en medio del fuego" (Éxo. 19:18). Aunque la flamígera manifestación indicaba la presencia de Dios en ese lugar específico, él permaneció inalcanzable, distanciado del pueblo, sugiriendo con esto la necesidad que ellos tenían de un mediador.

La expresión "de Dios descendió fuego del cielo", también se la utiliza en Apocalipsis 20:9. En este caso, el contexto sugiere que el fuego es un instrumento de la justicia divina. Las huestes malignas están intentando tomar la santa ciudad por la fuerza, ocasión cuando Dios lanza fuego del cielo y las destruye. El uso que aquí se hace es diferente de que aparece en el capítulo 13, ya citado, para anticipar que el falso profeta hace descender fuego del cielo con el propósito de engañar a los habitantes de la tierra. Lo que ocurrió sobre el monte Carmelo con el profeta Elías proporciona la base bíblica para utilizar este símbolo.

Como los israelitas habían estado adorando a su dios Baal, el profeta los enfrentó para que optaran ya sea por el Omnipotente o por Baal. Para que la decisión les resultara más fácil, Elías les dijo que el verdadero Dios se manifestaría haciendo descender fuego del cielo (1 Rey. 18:20-39). Baal no pudo cumplir con el desafío. Elías oró y, como consecuencia, al descender fuego del cielo la gente exclamó: "Jehová es Dios". La realización del milagro fue una clara evidencia de la presencia del Señor, situación que sirvió al pueblo para que pudiera identificar con claridad cuál era el verdadero Dios.

Apocalipsis 13 describe el esfuerzo por falsificar la presencia de Dios mediante realizaciones milagrosas destinadas a persuadir a los seres humanos de que, en el conflicto cósmico, los poderes del mal representan al verdadero Dios. Se va a producir una falsa manifestación —teofanía—, cuyo efecto hará que mucha gente adore a la bestia y al dragón (13:4, 12). Sabemos que la mayor teofanía jamás vista por hombre alguno está por producirse. Pablo lo expresa de este modo: "la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo" (Tito 2:13). Un hecho sin precedente se realizará en ocasión de la segunda venida de Cristo.

Respondiendo la pregunta formulada, podría afirmar que el simbolismo de hacer descender fuego del cielo es utilizado para indicar que el falso profeta intentará por todos los medios darle validez a su pretendida misión divina realizando milagros en el mundo. Sin embargo, sobre la base de lo que dijimos en los párrafos precedentes, aventuraré una interpretación más específica. En la descripción que hace el Nuevo Testamento acerca del regreso del Salvador, el fuego desempeña una función teofánica. El que vendrá es "nuestro Dios y Salvador". Pablo nos da un buen argumento: "...Cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego..." (2 Tes. 1:7).

Me parece que para los apóstoles el símbolo del fuego que cae del cielo señala el glorioso acontecimiento de la segunda venida de Cristo. Entonces, para la raza humana y para las fuerzas del mal resultará meridianamente claro que Cristo es nuestro verdadero Dios y Salvador. Si aceptamos este planteamiento, podemos concluir que la declaración de Apocalipsis 13 que estamos comentando, describe el intento por parte de los poderes malignos de imitar la segunda venida de Cristo con el propósito de engañar a los seres humanos. El apóstol ya lo anticipó: "Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz" (2 Cor. 11:14).

Permítanme recordarles que las fuerzas del mal no tienen potestad con relación a los que pertenecen al Señor. Ellas fueron derrotadas por Cristo, y su victoria es la nuestra. Jamás podrán imitar en forma adecuada la venida de Jesús. "Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados, elegidos y fieles" (Apoc. 17:14).



Fuente: Centro de Investigaciones Bíblicas / Biblical Research Institute General Conference of Seventh-day Adventists,
Autor: Ángel Manuel Rodríguez. Doctorado en teología (ThD) Andrews University. Desde 1992 comienza a el trabajar para Biblical Research Institute (BRI) General Conference of Seventh-day Adventists y desde el 2002 es el Director. Autor de destacados libros y artículos en la revistas adventistas, destacándose su columna mensual en Adventist World. Fue director del Antillian College y vicepresidente académico del Southwestern Adventist University.

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viernes, 5 de marzo de 2010

¿Qué nos dicen los terremotos? Por Carlos A. Steger

Cada nuevo terremoto nos avisa que nuestra salvación “está cerca, a las puertas”
(Mateo 24:33). ¿Estamos preparados para el gran día final?
“De repente todas las casas quedaron en ruinas; parecía el fin del mundo”, relató un habitante del pueblo de Jabla, en Cacherima, que logró salvarse del devastador terremoto (7,6 en la escala de Richter) que azotó a Pakistán y regiones aledañas el 8 de octubre de 2005.1

En los últimos meses, hemos presenciado una sucesión alarmante de catástrofes naturales de gran poder destructivo, que han dejado como saldo miles de muertos y cuantiosos daños materiales. Baste recordar, por ejemplo, el terremoto combinado con un tsunami que ocasionó 283.106 muertos el 26 de diciembre de 2004 en el sudeste asiático.

Según la Biblia, ¿qué relación tienen los terremotos con el tiempo del fin?

Los terremotos en la historia de la salvación

Los hechos culminantes del plan de salvación fueron acompañados por manifestaciones en la naturaleza, particularmente terremotos. Cuando Cristo murió en la cruz, “la tierra tembló, y las rocas se partieron” (Mateo 27:51). Al amanecer del domingo, nuevamente “hubo un gran terremoto”, esta vez asociado con la resurrección del Salvador (Mateo 28:2).

De la misma manera, un terremoto acompañará la finalización de la intercesión de Cristo en el Santuario celestial (Apocalipsis 8:5; 11:19). Poco después, el desenlace final del gran conflicto en este mundo estará marcado por “un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra” (Apocalipsis 16:18). Ninguna catástrofe registrada hasta ahora se igualará a la convulsión que experimentará la tierra entera cuando descienda el Rey de reyes y Señor de señores. La descripción de Elena de White es muy vívida:

“Es a medianoche cuando Dios manifiesta su poder para librar a su pueblo. [...] La naturaleza entera parece trastornada. Los ríos dejan de correr. [...] En medio de los cielos conmovidos hay un claro de gloria indescriptible, de donde baja la voz de Dios semejante al ruido de muchas aguas, diciendo: ‘Hecho está’. Esa misma voz sacude los cielos y la tierra. Síguese un gran terremoto, ‘cual no fue jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra’. [...] Los montes son movidos como una caña al soplo del viento, y las rocas quebrantadas se esparcen por todos lados. Se oye un estruendo como de cercana tempestad. El mar es azotado con furor. [...] Toda la tierra se alborota e hincha como las olas del mar. Su superficie se raja. Sus mismos fundamentos parecen ceder. Se hunden cordilleras. Desaparecen islas habitadas. Los puertos marítimos que se volvieron como Sodoma por su corrupción, son tragados por las enfurecidas olas”.2

El terremoto de Pakistán, que mencioné al principio, parece insignificante ante esta descripción del verdadero fin del mundo. Pero, ¿tienen algún significado los terremotos actuales?

Terremotos como señales del fin

La Biblia anuncia que luego de la persecución religiosa de la Edad Media ocurriría un terremoto de grandes proporciones y habría señales cósmicas que anunciarían la proximidad del fin. “Miré cuando abrió el sexto sello”, escribió el apóstol Juan, “y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre” (Apocalipsis 6:12). Según la mayoría de los intérpretes, esta profecía se cumplió con el terremoto de Lisboa, el 1º de noviembre de 1755. Alcanzó una magnitud de 8,7 en la escala de Richter y una inusitada extensión, ya que sus efectos se sintieron en gran parte de Europa, el norte de África y hasta el Caribe. El sismo combinado con un maremoto dejó un saldo de 70.000 muertos. Hasta el día de hoy, figura entre los terremotos más destructivos de la historia.3

Jesús también mencionó los terremotos en su sermón profético. Los discípulos le preguntaron qué señales habría de la destrucción de Jerusalén y de su segunda venida (Mateo 24:3). En su respuesta, Cristo se refirió a ambos eventos sin diferenciarlos entre sí. Si les hubiera revelado todos los acontecimientos futuros, no habrían podido soportar la visión. No obstante esta ambigüedad, en la primera parte (vers. 4-20), el Señor presentó los hechos previos a la destrucción de Jerusalén, pasando luego a las señales de su Segunda Venida (vers. 21-42).

Las conocidas palabras de Jesús: “Habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares” (Mateo 24:7) están en la primera parte del discurso. Se refieren, en primera instancia, a las calamidades naturales que ocurrieron entre la muerte de Cristo y la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C.4 “Hubo una serie de fuertes terremotos entre el año 31 y el año 70. Los peores ocurrieron en Creta (46 ó 47), Roma (51), Frigia (60) y Campania (63). Tácito (Anales xvi. 10- 13) también menciona fuertes huracanes y tormentas en el año 65”.5

¿Es correcto, entonces, que citemos este texto para probar que los terremotos y otros desastres naturales son señales del pronto regreso de Cristo?

Sí. Debemos seguir citándolo, porque las palabras de Cristo tienen un sentido amplio. “La ruina de Jerusalén sería símbolo de la ruina final que abrumará al mundo. Las profecías que se cumplieron en parte en la destrucción de Jerusalén, se aplican más directamente a los días finales”.6

Dios no produce estas calamidades. Son obra del enemigo. “Satanás producirá enfermedades y desastres al punto que ciudades populosas sean reducidas a ruinas y desolación. Ahora mismo está obrando. Ejerce su poder en todos los lugares y bajo mil formas: en las desgracias y las calamidades de mar y tierra, en las grandes conflagraciones, en los tremendos huracanes y en las terribles tempestades de granizo, en las inundaciones, en los ciclones, en las mareas extraordinarias y en los terremotos”.7

Cada nuevo terremoto nos avisa que nuestra salvación “está cerca, a las puertas” (Mateo 24:33). ¿Estamos preparados para el gran día final?





Fuente: Revista Adventista / Editorial, mayo 2006.
Autor: Dr. Carlos A. Steger, recientemente nombrado decano de la Facultad de Teología de la Universidad Adventista del Plata (Argentina) y director de la Sede del Servicio Latinoamericano de Teología (SALT). Se desempeñaba como director de la Revista Adventista.
Nota del editor: este articulo fue escrito en el 2006, manteniendo una vigencia casi perfecta: basta que usted cambie el lugar geográfico mencionado por el del seísmo ultimo.
Referencias: 1 Diario Clarín (Buenos Aires), 10 de octubre de 2005, p. 22.
2 Elena G. de White, El conflicto de los siglos (Buenos Aires: ACES, 1993), pp. 694, 695.
3 Ver http://wwwneic.cr.usgs.gov/neis/eqlists/eqsmosde.html. Ver también C. Mervyn Maxwell, Apocalipsis: sus revelaciones (Buenos Aires: ACES, 1991), pp. 194-196.
4 White, El Deseado de todas las gentes (Buenos Aires: ACES, 1987), pp. 582, 583.
5 Comentario bíblico adventista del séptimo día (Buenos Aires: ACES, 1995), t. 5, p. 486.
6 White, El discurso maestro de Jesucristo (Buenos Aires: ACES, 1997), p. 102.
7 El conflicto de los siglos, p. 647.




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lunes, 8 de febrero de 2010

El sermón apocalíptico de Jesús. Por Ángel Manuel Rodríguez

Jesús es el vínculo indispensable entre las profecías apocalípticas del Antiguo Testamento y las del Nuevo. Como estudiante de Daniel que era, Jesús nos proveyó información que aclara el contenido y cumplimiento de las profecías de Daniel y reafirma su validez para la iglesia cristiana. Las profecías apocalípticas cristianas están firmemente establecidas en las enseñanzas de Jesús a sus discípulos y por medio de ellos a la iglesia. Siguiendo el patrón profético de Daniel, Jesús comenzó sus sermones con lo que iba a ocurrir a partir del tiempo de su ministerio hasta el momento de su retorno en gloria para establecer el reino eterno de Dios sobre la tierra. No inició con el imperio babilónico sino con el romano -el cuarto reino de Daniel, que entonces gobernaba- y concluyó con el quinto reino de Daniel: el reino de Dios.

El sermón de Jesús tiene un propósito básico: exhortar a la iglesia a ser fiel y a velar al enfrentar y experimentar los amenazadores eventos históricos que precederán al glorioso regreso de Jesús desde el cielo. Este sermón intenta desanimar la agitación prematura respecto al tiempo del segundo advenimiento al listar una serie de eventos y señales que lo precederán. Aunque el sermón de Jesús no pone en duda la certidumbre del evento en sí, indica de manera implícita que el tiempo será mayor que el que algunos pueden pensar. Sin embargo, todo es parte del plan de Dios.

Preguntas y respuestas

Jesús se estaba retirando del área del templo, en dirección al monte de los Olivos, cuando los discípulos hicieron algunos comentarios referentes a esa casa de adoración. En respuesta, Jesús profetizó la destrucción total del templo. Esto perturbó a los discípulos. Tan pronto como llegaron al monte, en una conversación más privada, le hicieron varias preguntas. La primera: "¿Cuándo serán estas cosas [la destrucción del templo]?" La segunda: "¿Qué señal habrá de tu venida?" Y finalmente: "¿Y [cuál será la señal] del fin del mundo?" (Mat. 24:3). Ellos no cuestionaron la veracidad de la profecía, sino que se interesaron en el elemento tiempo, quizá porque identificaban inmediatamente la destrucción de Jerusalén con el momento cuando Dios establecería su reino sobre la tierra. Jesús comienza su exposición donde ellos están a fin de iluminarlos acerca del futuro de la iglesia. Al hablar de la caída de Jerusalén, la ruina de la ciudad se convirtió en un "símbolo de la ruina final que abrumará al mundo". (El discurso maestro de Jesucristo, pág.99)

Las tres preguntas hechas por los discípulos forman la estructura básica del sermón apocalíptico de Jesús. Luego el sermón concluye con una exhortación a estar listos y velar. Examinemos cada una de las preguntas.

"¿Qué señal habrá... del fin del siglo?"

Esta parte de la segunda pregunta que hicieron los discípulos, Jesús la contestó primero en su sermón (Mat. 24:4-14). La palabra clave en ella es "fin", y Jesús la usa varias veces al responder la pregunta (vers. 6, 13, 14). En su respuesta Jesús los alerta acerca del temor y de los engaños peligrosos que podían minar su fe. En ese proceso les provee información que podía protegerlos. Jesús habla del engaño religioso en la forma de individuos que pretenden ser el Cristo/Mesías (vers. 4), y del trastorno social en forma de guerras que podría, por otro lado, hacerlos creer que él había entregado el mundo al mal. Estos elementos, junto con las hambres y los terremotos, continuarían en el mundo hasta el mismo fin. Ninguno de ellos es en sí mismo la señal del fin. Ellos simplemente señalan que "aún no es el fin" (vers. 6).

Durante el tiempo de espera los discípulos serán perseguidos, muertos y rechazados por muchos (vers. 9). Pero más allá de eso la iglesia misma luchará con serios conflictos internos. Muchos abandonarán su fe, otros traicionarán a sus hermanos creyentes o los engañarán a través de profecías falsas, y otros más se descorazonarán debido al aumento del mal en el mundo (vers. 10-12). En medio de esa tenebrosa situación Jesús exhortó a la iglesia: "Mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo" (vers. 13). El resultado final del conflicto está predeterminado y sólo quienes resistan participarán en él.

Jesús todavía no ha respondido su pregunta sobre la "señal del fin" (note que está en singular). Luego el versículo 14 declara explícitamente: "Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin". El cumplimiento universal de la comisión evangélica nos introducirá en el fin (Mat. 28:18-20). "El fin de la época actual, respecto a lo cual preguntan los discípulos en el versículo 3, no puede venir inmediatamente sino que debe ser precedido por un período de evangelización universal." (Donald A. Flagner, Matthew 14-28 (Dallas: Word, 1995), pág. 696 ). El fin de Jerusalén sería un cumplimiento parcial del fin de la era del pecado.

"¿Cuándo serán estas cosas?"

Ahora Jesús contesta la primera pregunta de los discípulos, que tenía que ver con la destrucción del templo (Mat. 24:15-20). El versículo 15 introduce su respuesta: "Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora... entonces los que estén en Judea, huyan a los montes" [vers. 15, 16]. La frase "la abominación desoladora" es una cita de Daniel, donde aparece tres veces (Dan. 9:27; 11:3 1; 12:11). El mejor paralelo es Daniel 9:27, porque, al igual que en Mateo, el contexto trata de la destrucción de la ciudad de Jerusalén y del templo por la Roma pagana. La "abominación" se refiere a aquello que ofende a Dios, ética y religiosamente, y causa desolación o destrucción entre el pueblo de Dios. La Escritura emplea frecuentemente este término al referirse a las prácticas idólatras que el Señor considera detestables (e.g., Isa. 66:3; Jer. 7:30). Pero en algunos casos también se refiere a quienes las llevan a cabo; como en Oseas 9:10, donde Israel se hizo abominable al practicar actos de ese tipo.

La destrucción del templo ocurriría cuando los ejércitos romanos rodearan la ciudad, haciendo inminente su caída. Ese ejército pagano es la abominación que causa desolación, y su llegada indicará claramente que la destrucción del templo está por ocurrir. Lucas es más explícito: "Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado" (Luc. 21:20). Lucas creía que tal evento era un cumplimiento de la profecía (vers. 22), y Mateo aclara que esa era la profecía dada por Daniel.

Conocer cuándo sería la destrucción del templo era importante para la iglesia temprana, porque, de acuerdo con Jesús, sus seguidores tendrían tiempo para abandonar la ciudad, evitando así las luchas y el sufrimiento que generalmente acompañan a un sitio. El consejo de Cristo fue que quienes se hallaran fuera de la ciudad no regresaran a ella sino que buscaran lugares de refugio en las montañas. Nadie debía preocuparse por sus pertenencias personales. Todo lo que se hallara dentro de la ciudad debía abandonarse. Diversas circunstancias podrían dificultar la huida a los creyentes. Jesús mencionó particularmente el problema de las mujeres embarazadas o madres criando. Él quería que supieran que estaba pensando en ellas y que se preocupaba por su bienestar.

Jesús también mencionó el invierno y el sábado y les sugirió a los discípulos que oraran para que su huida fuera en una estación propicia y en un día común. Durante el invierno Palestina puede tornarse bastante fría durante la noche y los caminos se tornan lodosos, dificultando los viajes. Una huida durante el sábado haría casi imposible su observancia. Cuando Jesús sugiere a los discípulos que oren al respecto, su consejo claramente implica que él esperaba que la iglesia siguiera observando el sábado 40 años después de su muerte y resurrección. ¡Él no planeaba abolir el mandamiento del sábado! Su comentario muestra su interés en el bienestar personal y espiritual de los creyentes durante la caída de Jerusalén.

La respuesta de Jesús a la primera pregunta de los discípulos fue breve y al punto: la presencia de los ejércitos romanos significaría que la caída de la ciudad y del templo había llegado. Cristo no describe la destrucción del templo ni las condiciones terribles que imperarían dentro de la ciudad durante el sitio. Su interés principal se centra en la experiencia de sus seguidores y les da palabras de ánimo, simpatía e interés.

"¿Qué señal habrá de tu venida?"

Jesús respondió esta parte de la segunda pregunta al final, porque era la más importante. En, cierto sentido es paralela a la segunda cláusula, acerca del Fin del siglo, porque ambas nos llevan más allá de la destrucción del templo hasta el mismo Fin del mundo. Él separó las contestaciones a estas dos preguntas colocando su respuesta acerca del templo en medio de ellas. Así que el sermón termina con un desarrollo de lo que dijo Jesús en Mateo 24:4-14 seguido por una exhortación.

El examen de la mayoría de las traducciones bíblicas da la impresión de que el versículo 21 es una continuación de la discusión previa acerca de la caída de Jerusalén. Sin embargo, eso no es necesariamente así. Primero, el lenguaje cambia de lo regional -Jerusalén- a lo universal. La aflicción o angustia es de tal naturaleza que amenaza a todos, dificultando la supervivencia. Segundo, Jesús ya no está discutiendo el destino de los judíos sino el de los "escogidos", quienes parecen estar en peligro. El peligro parece no involucrar la caída de la ciudad, porque él ya les ha dicho cómo evitar esa amenaza. Tercero, la frase introductoria "porque... entonces..." no significa que lo siguiente ocurrirá junto con la invasión de la ciudad. "Entonces" sirve para introducir lo que sigue en tiempo [ El término griego tote ("entonces") puede designar un tiempo futuro, introduciendo eventos que entonces ocurrirán. El término "por" (Gr. gat,) a veces señala una nueva oración y puede traducirse "y, entonces", o puede dejarse sin traducir. ], es decir, el siguiente evento importante después de la caída de Jerusalén, y se refiere a la experiencia de la iglesia y no a lo que les ocurrió a los judíos en Jerusalén. Jesús pasa de la caída de la ciudad a la aflicción de sus seguidores. De esta forma introduce su respuesta a la segunda pregunta hecha por los discípulos.

De Roma pagana y su ataque contra el templo y la ciudad de Jerusalén Jesús nos lleva a la obra de la Roma eclesiástica después del colapso del Imperio Romano predicho en Daniel 7:25. Pero su interés principal es la pregunta hecha por los discípulos acerca de su segunda venida. Él describe la tribulación predicha en términos de su intensidad: "cual no la ha habido desde el principio del mundo"; y su duración: "si aquellos días no fuesen acortados" (Mat. 24:21, 22). Consideraremos primero el elemento tiempo. El verbo traducido "acortados" ( koloboo) significa "mutilar". Dios tuvo que intervenir y "mutilar" el tiempo de opresión, haciéndolo "más corto de lo que habría sido normalmente en términos del propósito y poder de los opresores" ( Gerhard Delling. "Koloboo", en Gerhard Kittel, ed., Theological Dictionary of the New Testament (Grand Rapids: Eerdinans, 1965), tomo 3, págs. 823, 824). Dios ya ha prefijado la duración de la opresión, acortando ("mutilando") las intenciones de su enemigo. Daniel define ese período corno los 1260 años (Dan. 7:25).

La intensidad de la opresión es tan grande que amenaza aún la misma supervivencia de los elegidos. El lenguaje usado para describirla es un eco de Daniel 12:1, 2, pero no deberíamos identificar una tribulación con la otra. "La tribulación de los 1260 días/años fue la mayor de la historia en el sentido de que continuó por siglos, y de vez en cuando produjo un elevado porcentaje de mortandad" (C. Mervyn MaxweIl, God Cares, tomo 2, pág. 35). Algunas de las señales específicas que seguirán a la tribulación son el surgimiento de falsos mesías y la segunda venida. La tribulación mencionada en Daniel 12:1, 2 también es singular, pero según el contexto "ocurrirá en conexión con la resurrección en la segunda venida. Ocurrirá después que la corte del juicio descrita en Daniel 7:9-14 haya terminado de examinar los libros. Infundirá terror únicamente a los malos. El pueblo de Dios será librado de ella, 'todos los que se hallen escritos en el libro". Id., pág. 34

De acuerdo con Jesús, después de la opresión los poderes malignos intentarán engañar incluso a los escogidos (Mat. 24:23, 24). El engaño produce un "hijo del hombre" falso que aparecerá en diferentes partes el mundo afirmando ser el Cristo. Individuos autoproclamándose como profetas apoyarán las diferentes manifestaciones. Junto con el falso cristo, "harán grandes señales y prodigios" (vers. 24). Este engaño es tan poderoso que Jesús lo profetizó a fin de proteger a sus seguidores. Pero hizo más que eso. Él describió la forma de su regreso a la tierra. En contraste con las manifestaciones locales del falso cristo, el Cristo verdadero llenará el planeta con la gloria de su persona al regresar en las nubes del cielo: "Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre" (vers. 27). El impacto universal de su presencia contrasta con la manifestación regional limitada de los falsos cristos.

Luego Jesús regresa al período que sigue inmediatamente a la tribulación y que precede a la segunda venida (vers. 29). Él asocia el fin de la tribulación con varias señales cósmicas: el oscurecimiento del sol y de la luna, la caída de las estrellas y la conmoción de las potencias de los cielos. Siendo que ya hemos mostrado que el período profético de los 1260 años terminó en 1798, las señales tuvieron que ocurrir alrededor de esa fecha. Ciertamente es impresionante notar que toda una serie de importantes eventos proféticos ocurrió entre 1755 y 1844. Véase William Shea, "Cosmic Signs Through History", Ministry (febrero de 1999)

El siguiente cuadro ilustra el punto:
Evento / Año

El gran terremoto de Lisboa / 1755 El día oscuro (sol y luna) / 1780 Fin del periodo profético de los 1260 años / 1789 La caída de estrellas /1833 Comienzo del juicio en el cielo / 1844

Tal conjunto de eventos no fue el resultado de la pura coincidencia sino de la intervención de Dios en la historia, llamando nuestra atención al hecho de que los importantes eventos proféticos que estaban ocurriendo nos acercarían al regreso de nuestro Señor. Una de las señales que Jesús mencionó, todavía espera su cumplimiento: la conmoción de los cuerpos celestes. Un poderoso terremoto que removerá a cada montaña e isla de su lugar (Apoc. 6:14) acompañará a la conmoción, y ocurrirá en el mismo momento de la venida del Señor.

Algunos interpretan Apocalipsis 6:12-14 como un pasaje que describe eventos futuros que ocurrirán en ocasión del regreso de Cristo (e.g., Hans K. LaRondelle, Las profecías del fin [Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1991, págs. 145-148). Ellos sostienen que el gran terremoto del versículo 12 es el mismo evento mencionado en el versículo 14. Es cierto que los versículos están estructurados formando un paralelismo invertido:

terremoto sol, luna, estrellas cielo montañas e islas

Pero eso no significa que el segundo grupo de paralelismos se refiere exactamente a los mismos eventos. Por ejemplo, el oscurecimiento del sol y de la luna y la caída de las estrellas no es lo mismo que "el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla". Sí, ambos tratan de cuerpos celestes, pero no describen el mismo evento. El paralelismo es sintético o progresivo. De hecho, la lista no sólo es progresiva, también muestra una intensificación de la naturaleza y resultados de los eventos. El pasaje menciona al terremoto (1755), el oscurecimiento del sol y de la luna y la caída de las estrellas en el mismo orden en que se cumplieron en la historia. El versículo 14 es paralelo a la frase las potencias de los cielos serán conmovidas" de Mateo 24:29. Pero ahora Apocalipsis 6:14 nos informa que en ese tiempo no sólo los cuerpos celestes serán conmovidos, sino que la tierra misma temblará de una forma particular. Es esta conmoción cósmica -que afecta a los cuerpos celeste y a la tierra- la que ocurrirá al momento de la venida del Señor.

Hasta ahora Jesús ha descrito los peligros que enfrentará la iglesia al momento de su venida así como también algunos eventos específicos que ocurrirán. Dichos eventos ayudarían a la iglesia a saber dónde se encontraba en el camino de la profecía hacia el regreso de Cristo. Ahora Jesús estaba listo para contestar la pregunta de los discípulos: "¿Qué señal habrá de tu venida?" Note nuevamente que los discípulos usaron el término singular "señal". Y Jesús les dio una respuesta específica: "Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el Cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra" (Mat. 24:30). Los intérpretes de la Biblia han especulado sobre la naturaleza de esta señal particular, pero no han llegado a un consenso acerca de su significado. Algunos creen que se refiere a la cruz; otros, al Hijo del Hombre mismo. Esta última opción puede ser la más cercana a la verdad. Elena de White identifica la señal del Hijo del Hombre como la nube en la que Cristo regresa y que a la distancia se ve negra y pequeña. "Pronto aparece en el este una pequeña nube negra, de un tamaño como la mitad de la palma de la mano. Es la nube que envuelve al Salvador y que a la distancia parece rodeada de oscuridad. El pueblo de Dios sabe que es la señal del Hijo del hombre" (El Conflicto de los siglos, pág.698).

Cristo describe su venida en gloria con un vívido lenguaje lleno de emoción, sonido y acción. Escuchamos el estruendo de la trompeta y somos testigos del rápido desplazamiento de los ángeles de un lado del cielo al otro para juntar a los redimidos. Pero notamos también el gemido y lamento del resto de la humanidad que se halla del otro lado del conflicto espiritual, temerosa de Aquel cuya naturaleza es amor. Ellos no pueden resistir la intensidad de su amor.

Preparados

El sermón de Jesús se extiende hasta Mateo 25, dándonos un total de 96 versículos, de los cuales él usó solamente 31 para responder las preguntas de los discípulos. Alrededor de 2/3 del sermón enfatizan nuestra necesidad de estar listos para encontrar al Señor y para esperar su venida. El tiempo entre la ascensión de Jesús y su regreso estaría lleno de expectación (Mat. 24:32-25:13) y del cumplimiento de la misión que Jesús le encomendó a la iglesia (Mat. 25:14-46). Nuestro estudio de las profecías apocalípticas debiera estimularnos a caminar cerca del Señor y a compartir nuestra esperanza con otros. Es compartiéndola como la recordamos. Debemos vivir en constante y gozosa expectación, sabiendo que Aquel que murió en la cruz por nosotros pronto regresará a establecer una relación visible y permanente con sus hijos. El sermón apocalíptico de Jesús y su cumplimiento dentro de la historia de la iglesia cristiana debiera reafirmar nuestra convicción de que lo que aún queda sin cumplirse pronto se cumplirá.



Fuente: ContestandoTuPregunta.org
Autor: Ángel Manuel Rodríguez. Doctorado en teología (ThD) Andrews University. Desde 1992 comienza a el trabajar para Biblical Research Institute (BRI) General Conference of Seventh-day Adventists y desde el 2002 es el Director. Autor de destacados libros y artículos en la revistas adventistas, destacándose su columna mensual en Adventist World. Fue director del Antillian College y vicepresidente académico del Southwestern Adventist University.

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