lunes, 8 de febrero de 2010

El sermón apocalíptico de Jesús. Por Ángel Manuel Rodríguez

Jesús es el vínculo indispensable entre las profecías apocalípticas del Antiguo Testamento y las del Nuevo. Como estudiante de Daniel que era, Jesús nos proveyó información que aclara el contenido y cumplimiento de las profecías de Daniel y reafirma su validez para la iglesia cristiana. Las profecías apocalípticas cristianas están firmemente establecidas en las enseñanzas de Jesús a sus discípulos y por medio de ellos a la iglesia. Siguiendo el patrón profético de Daniel, Jesús comenzó sus sermones con lo que iba a ocurrir a partir del tiempo de su ministerio hasta el momento de su retorno en gloria para establecer el reino eterno de Dios sobre la tierra. No inició con el imperio babilónico sino con el romano -el cuarto reino de Daniel, que entonces gobernaba- y concluyó con el quinto reino de Daniel: el reino de Dios.

El sermón de Jesús tiene un propósito básico: exhortar a la iglesia a ser fiel y a velar al enfrentar y experimentar los amenazadores eventos históricos que precederán al glorioso regreso de Jesús desde el cielo. Este sermón intenta desanimar la agitación prematura respecto al tiempo del segundo advenimiento al listar una serie de eventos y señales que lo precederán. Aunque el sermón de Jesús no pone en duda la certidumbre del evento en sí, indica de manera implícita que el tiempo será mayor que el que algunos pueden pensar. Sin embargo, todo es parte del plan de Dios.

Preguntas y respuestas

Jesús se estaba retirando del área del templo, en dirección al monte de los Olivos, cuando los discípulos hicieron algunos comentarios referentes a esa casa de adoración. En respuesta, Jesús profetizó la destrucción total del templo. Esto perturbó a los discípulos. Tan pronto como llegaron al monte, en una conversación más privada, le hicieron varias preguntas. La primera: "¿Cuándo serán estas cosas [la destrucción del templo]?" La segunda: "¿Qué señal habrá de tu venida?" Y finalmente: "¿Y [cuál será la señal] del fin del mundo?" (Mat. 24:3). Ellos no cuestionaron la veracidad de la profecía, sino que se interesaron en el elemento tiempo, quizá porque identificaban inmediatamente la destrucción de Jerusalén con el momento cuando Dios establecería su reino sobre la tierra. Jesús comienza su exposición donde ellos están a fin de iluminarlos acerca del futuro de la iglesia. Al hablar de la caída de Jerusalén, la ruina de la ciudad se convirtió en un "símbolo de la ruina final que abrumará al mundo". (El discurso maestro de Jesucristo, pág.99)

Las tres preguntas hechas por los discípulos forman la estructura básica del sermón apocalíptico de Jesús. Luego el sermón concluye con una exhortación a estar listos y velar. Examinemos cada una de las preguntas.

"¿Qué señal habrá... del fin del siglo?"

Esta parte de la segunda pregunta que hicieron los discípulos, Jesús la contestó primero en su sermón (Mat. 24:4-14). La palabra clave en ella es "fin", y Jesús la usa varias veces al responder la pregunta (vers. 6, 13, 14). En su respuesta Jesús los alerta acerca del temor y de los engaños peligrosos que podían minar su fe. En ese proceso les provee información que podía protegerlos. Jesús habla del engaño religioso en la forma de individuos que pretenden ser el Cristo/Mesías (vers. 4), y del trastorno social en forma de guerras que podría, por otro lado, hacerlos creer que él había entregado el mundo al mal. Estos elementos, junto con las hambres y los terremotos, continuarían en el mundo hasta el mismo fin. Ninguno de ellos es en sí mismo la señal del fin. Ellos simplemente señalan que "aún no es el fin" (vers. 6).

Durante el tiempo de espera los discípulos serán perseguidos, muertos y rechazados por muchos (vers. 9). Pero más allá de eso la iglesia misma luchará con serios conflictos internos. Muchos abandonarán su fe, otros traicionarán a sus hermanos creyentes o los engañarán a través de profecías falsas, y otros más se descorazonarán debido al aumento del mal en el mundo (vers. 10-12). En medio de esa tenebrosa situación Jesús exhortó a la iglesia: "Mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo" (vers. 13). El resultado final del conflicto está predeterminado y sólo quienes resistan participarán en él.

Jesús todavía no ha respondido su pregunta sobre la "señal del fin" (note que está en singular). Luego el versículo 14 declara explícitamente: "Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin". El cumplimiento universal de la comisión evangélica nos introducirá en el fin (Mat. 28:18-20). "El fin de la época actual, respecto a lo cual preguntan los discípulos en el versículo 3, no puede venir inmediatamente sino que debe ser precedido por un período de evangelización universal." (Donald A. Flagner, Matthew 14-28 (Dallas: Word, 1995), pág. 696 ). El fin de Jerusalén sería un cumplimiento parcial del fin de la era del pecado.

"¿Cuándo serán estas cosas?"

Ahora Jesús contesta la primera pregunta de los discípulos, que tenía que ver con la destrucción del templo (Mat. 24:15-20). El versículo 15 introduce su respuesta: "Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora... entonces los que estén en Judea, huyan a los montes" [vers. 15, 16]. La frase "la abominación desoladora" es una cita de Daniel, donde aparece tres veces (Dan. 9:27; 11:3 1; 12:11). El mejor paralelo es Daniel 9:27, porque, al igual que en Mateo, el contexto trata de la destrucción de la ciudad de Jerusalén y del templo por la Roma pagana. La "abominación" se refiere a aquello que ofende a Dios, ética y religiosamente, y causa desolación o destrucción entre el pueblo de Dios. La Escritura emplea frecuentemente este término al referirse a las prácticas idólatras que el Señor considera detestables (e.g., Isa. 66:3; Jer. 7:30). Pero en algunos casos también se refiere a quienes las llevan a cabo; como en Oseas 9:10, donde Israel se hizo abominable al practicar actos de ese tipo.

La destrucción del templo ocurriría cuando los ejércitos romanos rodearan la ciudad, haciendo inminente su caída. Ese ejército pagano es la abominación que causa desolación, y su llegada indicará claramente que la destrucción del templo está por ocurrir. Lucas es más explícito: "Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado" (Luc. 21:20). Lucas creía que tal evento era un cumplimiento de la profecía (vers. 22), y Mateo aclara que esa era la profecía dada por Daniel.

Conocer cuándo sería la destrucción del templo era importante para la iglesia temprana, porque, de acuerdo con Jesús, sus seguidores tendrían tiempo para abandonar la ciudad, evitando así las luchas y el sufrimiento que generalmente acompañan a un sitio. El consejo de Cristo fue que quienes se hallaran fuera de la ciudad no regresaran a ella sino que buscaran lugares de refugio en las montañas. Nadie debía preocuparse por sus pertenencias personales. Todo lo que se hallara dentro de la ciudad debía abandonarse. Diversas circunstancias podrían dificultar la huida a los creyentes. Jesús mencionó particularmente el problema de las mujeres embarazadas o madres criando. Él quería que supieran que estaba pensando en ellas y que se preocupaba por su bienestar.

Jesús también mencionó el invierno y el sábado y les sugirió a los discípulos que oraran para que su huida fuera en una estación propicia y en un día común. Durante el invierno Palestina puede tornarse bastante fría durante la noche y los caminos se tornan lodosos, dificultando los viajes. Una huida durante el sábado haría casi imposible su observancia. Cuando Jesús sugiere a los discípulos que oren al respecto, su consejo claramente implica que él esperaba que la iglesia siguiera observando el sábado 40 años después de su muerte y resurrección. ¡Él no planeaba abolir el mandamiento del sábado! Su comentario muestra su interés en el bienestar personal y espiritual de los creyentes durante la caída de Jerusalén.

La respuesta de Jesús a la primera pregunta de los discípulos fue breve y al punto: la presencia de los ejércitos romanos significaría que la caída de la ciudad y del templo había llegado. Cristo no describe la destrucción del templo ni las condiciones terribles que imperarían dentro de la ciudad durante el sitio. Su interés principal se centra en la experiencia de sus seguidores y les da palabras de ánimo, simpatía e interés.

"¿Qué señal habrá de tu venida?"

Jesús respondió esta parte de la segunda pregunta al final, porque era la más importante. En, cierto sentido es paralela a la segunda cláusula, acerca del Fin del siglo, porque ambas nos llevan más allá de la destrucción del templo hasta el mismo Fin del mundo. Él separó las contestaciones a estas dos preguntas colocando su respuesta acerca del templo en medio de ellas. Así que el sermón termina con un desarrollo de lo que dijo Jesús en Mateo 24:4-14 seguido por una exhortación.

El examen de la mayoría de las traducciones bíblicas da la impresión de que el versículo 21 es una continuación de la discusión previa acerca de la caída de Jerusalén. Sin embargo, eso no es necesariamente así. Primero, el lenguaje cambia de lo regional -Jerusalén- a lo universal. La aflicción o angustia es de tal naturaleza que amenaza a todos, dificultando la supervivencia. Segundo, Jesús ya no está discutiendo el destino de los judíos sino el de los "escogidos", quienes parecen estar en peligro. El peligro parece no involucrar la caída de la ciudad, porque él ya les ha dicho cómo evitar esa amenaza. Tercero, la frase introductoria "porque... entonces..." no significa que lo siguiente ocurrirá junto con la invasión de la ciudad. "Entonces" sirve para introducir lo que sigue en tiempo [ El término griego tote ("entonces") puede designar un tiempo futuro, introduciendo eventos que entonces ocurrirán. El término "por" (Gr. gat,) a veces señala una nueva oración y puede traducirse "y, entonces", o puede dejarse sin traducir. ], es decir, el siguiente evento importante después de la caída de Jerusalén, y se refiere a la experiencia de la iglesia y no a lo que les ocurrió a los judíos en Jerusalén. Jesús pasa de la caída de la ciudad a la aflicción de sus seguidores. De esta forma introduce su respuesta a la segunda pregunta hecha por los discípulos.

De Roma pagana y su ataque contra el templo y la ciudad de Jerusalén Jesús nos lleva a la obra de la Roma eclesiástica después del colapso del Imperio Romano predicho en Daniel 7:25. Pero su interés principal es la pregunta hecha por los discípulos acerca de su segunda venida. Él describe la tribulación predicha en términos de su intensidad: "cual no la ha habido desde el principio del mundo"; y su duración: "si aquellos días no fuesen acortados" (Mat. 24:21, 22). Consideraremos primero el elemento tiempo. El verbo traducido "acortados" ( koloboo) significa "mutilar". Dios tuvo que intervenir y "mutilar" el tiempo de opresión, haciéndolo "más corto de lo que habría sido normalmente en términos del propósito y poder de los opresores" ( Gerhard Delling. "Koloboo", en Gerhard Kittel, ed., Theological Dictionary of the New Testament (Grand Rapids: Eerdinans, 1965), tomo 3, págs. 823, 824). Dios ya ha prefijado la duración de la opresión, acortando ("mutilando") las intenciones de su enemigo. Daniel define ese período corno los 1260 años (Dan. 7:25).

La intensidad de la opresión es tan grande que amenaza aún la misma supervivencia de los elegidos. El lenguaje usado para describirla es un eco de Daniel 12:1, 2, pero no deberíamos identificar una tribulación con la otra. "La tribulación de los 1260 días/años fue la mayor de la historia en el sentido de que continuó por siglos, y de vez en cuando produjo un elevado porcentaje de mortandad" (C. Mervyn MaxweIl, God Cares, tomo 2, pág. 35). Algunas de las señales específicas que seguirán a la tribulación son el surgimiento de falsos mesías y la segunda venida. La tribulación mencionada en Daniel 12:1, 2 también es singular, pero según el contexto "ocurrirá en conexión con la resurrección en la segunda venida. Ocurrirá después que la corte del juicio descrita en Daniel 7:9-14 haya terminado de examinar los libros. Infundirá terror únicamente a los malos. El pueblo de Dios será librado de ella, 'todos los que se hallen escritos en el libro". Id., pág. 34

De acuerdo con Jesús, después de la opresión los poderes malignos intentarán engañar incluso a los escogidos (Mat. 24:23, 24). El engaño produce un "hijo del hombre" falso que aparecerá en diferentes partes el mundo afirmando ser el Cristo. Individuos autoproclamándose como profetas apoyarán las diferentes manifestaciones. Junto con el falso cristo, "harán grandes señales y prodigios" (vers. 24). Este engaño es tan poderoso que Jesús lo profetizó a fin de proteger a sus seguidores. Pero hizo más que eso. Él describió la forma de su regreso a la tierra. En contraste con las manifestaciones locales del falso cristo, el Cristo verdadero llenará el planeta con la gloria de su persona al regresar en las nubes del cielo: "Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre" (vers. 27). El impacto universal de su presencia contrasta con la manifestación regional limitada de los falsos cristos.

Luego Jesús regresa al período que sigue inmediatamente a la tribulación y que precede a la segunda venida (vers. 29). Él asocia el fin de la tribulación con varias señales cósmicas: el oscurecimiento del sol y de la luna, la caída de las estrellas y la conmoción de las potencias de los cielos. Siendo que ya hemos mostrado que el período profético de los 1260 años terminó en 1798, las señales tuvieron que ocurrir alrededor de esa fecha. Ciertamente es impresionante notar que toda una serie de importantes eventos proféticos ocurrió entre 1755 y 1844. Véase William Shea, "Cosmic Signs Through History", Ministry (febrero de 1999)

El siguiente cuadro ilustra el punto:
Evento / Año

El gran terremoto de Lisboa / 1755 El día oscuro (sol y luna) / 1780 Fin del periodo profético de los 1260 años / 1789 La caída de estrellas /1833 Comienzo del juicio en el cielo / 1844

Tal conjunto de eventos no fue el resultado de la pura coincidencia sino de la intervención de Dios en la historia, llamando nuestra atención al hecho de que los importantes eventos proféticos que estaban ocurriendo nos acercarían al regreso de nuestro Señor. Una de las señales que Jesús mencionó, todavía espera su cumplimiento: la conmoción de los cuerpos celestes. Un poderoso terremoto que removerá a cada montaña e isla de su lugar (Apoc. 6:14) acompañará a la conmoción, y ocurrirá en el mismo momento de la venida del Señor.

Algunos interpretan Apocalipsis 6:12-14 como un pasaje que describe eventos futuros que ocurrirán en ocasión del regreso de Cristo (e.g., Hans K. LaRondelle, Las profecías del fin [Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1991, págs. 145-148). Ellos sostienen que el gran terremoto del versículo 12 es el mismo evento mencionado en el versículo 14. Es cierto que los versículos están estructurados formando un paralelismo invertido:

terremoto sol, luna, estrellas cielo montañas e islas

Pero eso no significa que el segundo grupo de paralelismos se refiere exactamente a los mismos eventos. Por ejemplo, el oscurecimiento del sol y de la luna y la caída de las estrellas no es lo mismo que "el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla". Sí, ambos tratan de cuerpos celestes, pero no describen el mismo evento. El paralelismo es sintético o progresivo. De hecho, la lista no sólo es progresiva, también muestra una intensificación de la naturaleza y resultados de los eventos. El pasaje menciona al terremoto (1755), el oscurecimiento del sol y de la luna y la caída de las estrellas en el mismo orden en que se cumplieron en la historia. El versículo 14 es paralelo a la frase las potencias de los cielos serán conmovidas" de Mateo 24:29. Pero ahora Apocalipsis 6:14 nos informa que en ese tiempo no sólo los cuerpos celestes serán conmovidos, sino que la tierra misma temblará de una forma particular. Es esta conmoción cósmica -que afecta a los cuerpos celeste y a la tierra- la que ocurrirá al momento de la venida del Señor.

Hasta ahora Jesús ha descrito los peligros que enfrentará la iglesia al momento de su venida así como también algunos eventos específicos que ocurrirán. Dichos eventos ayudarían a la iglesia a saber dónde se encontraba en el camino de la profecía hacia el regreso de Cristo. Ahora Jesús estaba listo para contestar la pregunta de los discípulos: "¿Qué señal habrá de tu venida?" Note nuevamente que los discípulos usaron el término singular "señal". Y Jesús les dio una respuesta específica: "Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el Cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra" (Mat. 24:30). Los intérpretes de la Biblia han especulado sobre la naturaleza de esta señal particular, pero no han llegado a un consenso acerca de su significado. Algunos creen que se refiere a la cruz; otros, al Hijo del Hombre mismo. Esta última opción puede ser la más cercana a la verdad. Elena de White identifica la señal del Hijo del Hombre como la nube en la que Cristo regresa y que a la distancia se ve negra y pequeña. "Pronto aparece en el este una pequeña nube negra, de un tamaño como la mitad de la palma de la mano. Es la nube que envuelve al Salvador y que a la distancia parece rodeada de oscuridad. El pueblo de Dios sabe que es la señal del Hijo del hombre" (El Conflicto de los siglos, pág.698).

Cristo describe su venida en gloria con un vívido lenguaje lleno de emoción, sonido y acción. Escuchamos el estruendo de la trompeta y somos testigos del rápido desplazamiento de los ángeles de un lado del cielo al otro para juntar a los redimidos. Pero notamos también el gemido y lamento del resto de la humanidad que se halla del otro lado del conflicto espiritual, temerosa de Aquel cuya naturaleza es amor. Ellos no pueden resistir la intensidad de su amor.

Preparados

El sermón de Jesús se extiende hasta Mateo 25, dándonos un total de 96 versículos, de los cuales él usó solamente 31 para responder las preguntas de los discípulos. Alrededor de 2/3 del sermón enfatizan nuestra necesidad de estar listos para encontrar al Señor y para esperar su venida. El tiempo entre la ascensión de Jesús y su regreso estaría lleno de expectación (Mat. 24:32-25:13) y del cumplimiento de la misión que Jesús le encomendó a la iglesia (Mat. 25:14-46). Nuestro estudio de las profecías apocalípticas debiera estimularnos a caminar cerca del Señor y a compartir nuestra esperanza con otros. Es compartiéndola como la recordamos. Debemos vivir en constante y gozosa expectación, sabiendo que Aquel que murió en la cruz por nosotros pronto regresará a establecer una relación visible y permanente con sus hijos. El sermón apocalíptico de Jesús y su cumplimiento dentro de la historia de la iglesia cristiana debiera reafirmar nuestra convicción de que lo que aún queda sin cumplirse pronto se cumplirá.



Fuente: ContestandoTuPregunta.org
Autor: Ángel Manuel Rodríguez. Doctorado en teología (ThD) Andrews University. Desde 1992 comienza a el trabajar para Biblical Research Institute (BRI) General Conference of Seventh-day Adventists y desde el 2002 es el Director. Autor de destacados libros y artículos en la revistas adventistas, destacándose su columna mensual en Adventist World. Fue director del Antillian College y vicepresidente académico del Southwestern Adventist University.

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