lunes, 14 de diciembre de 2009

Justicia y Juicio. Por Ángel Manuel Rodríguez

La Biblia dice que “compareceremos ante el tribunal de Dios”. ¿Qué significa esto?

Muy a menudo el significado de expresiones puede ser elucidado al estudiar los pasajes bíblicos en los que son utilizados. En este caso, se trata de una práctica legal de la sociedad romana empleada por Pablo para dar a entender importantes verdades teológicas. Conocer esta antigua práctica es útil, pero el mismo texto bíblico nos ayuda al explicar su significado y su importancia doctrinal.

1. Origen de la frase. “Tribunal” es la traducción al Español del término griego bema. El significado literal de la palabra es “paso” (utilizado como una medida para designar aproximadamente un metro; literalmente, “un pie de largo”). Desde ese significado básico, bema llegó a designar una plataforma elevada al menos un pie por sobre el piso. Tales plataformas generalmente eran construidas en la plaza del mercado o cerca de ella y era utilizada por los oficiales romanos para emitir discursos (por ejemplo, Hech. 12:21) y para tomar decisiones judiciales. El magistrado se sentaba sobre una silla colocad sobre ella para dirigirse a los presentes. El término bema, por extensión, se aplicaba a la silla del magistrado. La “silla del juicio” era la silla de un tribunal.

2. Procedimiento legal. Frente al magistrado romano, permanecía el acusado y los acusadores. Durante el juicio a Jesús, Pilato se sentó “en el tribunal” (Mat. 27:11, 19; Juan 19:13). Los acusadores presentaron los cargos, Pilato permitió que Jesús se defendiera, y se dictó una sentencia legal (Mat. 27:13, 14, 24-26).

Encontramos una situación similar en Hechos. Cuando estaba en Corintio, los judíos llevaron a Pablo al “tribunal” (be-ma) de Galión, procónsul de Acaya (Hech. 18:12). Éste escuchó los cargos contra Pablo, pero determinó que, de acuerdo con la ley romana, no tenían base legal. Y “los echó del tribunal” (vers. 16). Los líderes judíos también insistieron en presentar cargos contra Pablo en Cesarea, ante Festo. “Al siguiente día se sentó en el tribunal, y mando que fuese traído Pablo” (Hech. 25:6). Los acusadores comparecieron y presentaron sus cargos contra Pablo, y se le dio una oportunidad de defenderse (vers. 7, 8).

Por lo tanto, esta silla era un tribunal público, un lugar donde el supuesto delincuente era llevado ante el oficial romano, que funcionaba como un juez. El acusado y los acusadores comparecían ante él, presentando sus argumentos y evidencias, y él escuchaba a la defensa. Después de una evaluación de las evidencias, el magistrado romano pronunciaba su decisión legal a favor o en contra del acusado.

3. Uso teológico. Esta práctica legal fue empleada por Pablo para ilustrar los procedimientos del tribunal celestial. En Romanos 14:10, se refiere a bema como “el tribunal de Cristo”, al igual que en 2 Corintios 5:10. Estos dos pasajes contienen varias ideas importantes. Primero, afirman que hay una corte divina en la que Dios, por medio de Cristo, opera como juez. La referencia es al juicio escatológico.

Segundo, que los creyentes cristianos comparecerán ante el tribunal de Dios para rendir cuenta de sus actos (Rom. 14:12). Al final de este proceso legal escatológico, “toda lengua confesará a Dios” (vers. 11) para reconocer la justicia de Dios.
Tercero, el pueblo de Dios también comparecerá ante él para recibir lo que se merece por “lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Cor. 5:10).

Cuarto, 2 Corintios 5:10 revela que, en el juicio, se analiza la evidencia y Dios pronuncia un veredicto sobre la base de esa evidencia.

Finalmente, deberíamos notar que Pablo no dice quién será el acusador. En 2 Corintios se sugiere que, en el reino celestial, el registro de nuestras obras hablará contra nosotros, pero otras evidencias bíblicas indican que el máximo acusador del pueblo de Dios es el enemigo (Zac. 3:1). Otros pasajes especifican que la defensa es presentada por nuestro abogado, Jesús (1 Juan 2:1; Heb. 7:25). Ya que lo confesamos aquí en la tierra, él confesará en el tribunal celestial de que le pertenecemos (Mat. 10:32; Luc. 12:8, 9).

No hay necesidad de que comparezcamos físicamente ante el tribunal de Dios, ya que Cristo nos representa allí. ¡Estas son buenas nuevas!


Fuente: Biblical Reseach Institute
Autor: Ángel Manuel Rodríguez. Doctorado en teología (ThD) Andrews University. Desde 1992 comienza a el trabajar para Biblical Research Institute (BRI) General Conference of Seventh-day Adventists y desde el 2002 es el Director. Autor de destacados libros y artículos en la revistas adventistas, destacándose su columna mensual en Adventist World. Fue director del Antillian College y vicepresidente académico del Southwestern Adventist University.
Fotografía: Juicio Final (Oleo sobre lienzo / 1615). Peter Paul Rubens. Alte Pinakothek (Munich)

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domingo, 15 de noviembre de 2009

10 profecías fallidas sobre el fin del mundo

Con el estreno de ‘2012’ y el auge mediático de los calendarios mayas han vuelto a ponerse de moda las predicciones fatalistas, las fechas para la llegada del Apocalipsis. Durante la historia han sido varios los pronósticos (con día, mes y año) que avisaban a la humanidad de la llegada del fin del mundo. Todos tienen algo en común: fallaron.

La gallina profeta de Leeds (1806): durante la historia han sido muchos los que han vaticinado el regreso de Jesucristo para juzgar a la humanidad por sus pecados. Uno de los más curiosos es la gallina de Leeds (Inglaterra). En 1806 esta gallina empezó a poner huevos con la frase “Cristo viene”, algo que fue tomado por milagro y tuvo muchísima difusión hasta que alguien demostró que todo era una farsa.

Milleristas (23 de abril de 1843): Un agricultor de Nueva Inglaterra llamado Guillermo Miller, tras años de estudio de la Biblia concluyó que el tiempo escogido por Dios para destruir el mundo podía adivinarse directamente interpretando el texto. El mundo se acabaría en algún momento entre el 21 de marzo 1843 y 21 de marzo de 1844. Predicó y publicó lo suficiente como para atraer a miles de seguidores (conocido como Milleristas), y finalmente estableció la fecha del fin del mundo el 23 de abril 1843. Nada ocurrió los y los Milleristas se disolvieron. Algunos de ellos forman lo que hoy se conoce como adventistas del séptimo día.

Armagedón mormón (1891 o antes): Joseph Smith, fundador de la iglesia mormona, convocó a una reunión de sus líderes de la iglesia en febrero de 1835 para decirles que había hablado con Dios. Supuestamente Dios le había comunicado que Jesús regresaría en los próximos 56 años y que el fin del mundo comenzaría tras este regreso de Cristo.

El cometa Halley (1910): En 1881, un astrónomo descubrió a través de análisis espectral que colas de los cometas contienen un gas mortal llamado cianógeno. No saltó la alarma hasta que se hizo público que la Tierra contactaría con los restos de la cola del cometa Halley en 1910. Se dijo que todo el mundo sería víctima de un ‘baño de gas mortal’ entonces (llegó a ser tema de las páginas principales del New York Times). El pánico se apoderó del mundo entero hasta que otros científicos confirmaron que no había nada que temer.

Pat Robertson (1982): En mayo de 1980, tele-evangelista y fundador de la Coalición Cristiana, Pat Robertson, sorprendió y alarmó a muchos, cuando anunció que a finales de 1982 se acabaría el mundo. Dijo tal cual: “Garantizo que a finales de 1982, el mundo será juzgado”.

Heaven's Gate / Puerta del cielo (1997): Cuando el cometa Hale-Bopp apareció en 1997, surgieron rumores de que una nave espacial le estaba siguiendo. La NASA y la Comunidad astronómica lo negaban mientras que crecía la creencia de que lo ocultaban. Programas especializados en lo paranormal, como el "Coast to Coast AM" de la radio, seguido ampliamente en EE UU, afirmaban que el seguimiento de este cometa se producía, lo que llevó a la creación de un movimiento en San Diego, llamado Heaven's Gate que advertía de que el mundo se acabaría pronto. Los científicos se vieron obligados a pedir que todo aquel que tuviese un telescopio de cierta potencia observase con sus propios ojos que el supuesto seguimiento del cometa por parte de la NASA era totalmente falso. El fervor por el movimiento Heaven's Gate fue tal que el 26 de marzo de 1997, 39 miembros del culto se suicidaron.

Nostradamus (1999): Los escritos de Michel de Nostredame han intrigado a la gente durante más de 400 años. Han sido interpretados de miles de formas distintas dando lugar a profecías que han calado en la sociedad. Uno de sus cuartetos más famosos advertía: “El año 1999, séptimo mes / Desde el cielo vendrá el gran rey de terror”.

El año 2000 / Y2K: Desde la década de los 70 empezó a advertirse de que las computadoras no lograrían diferenciar entre 1900 y 2000. Muchos no tenían claro qué consecuencias tendría esto, pero se llegó a especular con que podría dar lugar a un holocausto nuclear. Miles de personas corrieron a comprar víveres y armas en EE UU. Lo cierto es que hubo fallas, pero sin importancia.

5 de mayo de 2000: Richard Noone, autor del libro de 1997 "5/5/2000 Hielo: el desastre final". Pronosticó que el deshielo de la Antártida conduciría a un desastre de proporciones mundiales en mayo de 2000

La Iglesia de Dios (2008): Según el ministro de la Iglesia de Dios, Ronald Weinland, el fin del mundo llegaría en 2008. En 2006 publicó ‘2008: God's Final Witness’ donde advertía de que cientos de millones de personas morirían para ese año y de que EE UU dejaría de ser potencia mundial y nación independiente.


Fuente: Livescience.com / Bad Science
Autor: Benjamin Radford es editor en jefe de la revista de la ciencia Skeptical Inquirer. Sus libros, películas y otros proyectos se puede encontrar en su página web. Su columna mala ciencia aparece regularmente en LiveScience.

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jueves, 22 de octubre de 2009

Símbolos e Imágenes. Por Ángel Manuel Rodríguez

En la profecía, al considerar el aspecto de los símbolos, tengamos cuidado de no incorporar ideas personales.

Por favor, explíquenme la frase: "Después vi otra bestia que subía de la tierra" (Apoc. 13:11). No me convence que aquí la "tierra" quiera decir lugares poco habitados.

La interpretación del lenguaje simbólico debe realizarse cuidadosamente, dejando de lado las ideas personales y la especulación. Ni la imaginación ni los sentimientos personales constituyen una guía de interpretación segura. Las imágenes y el lenguaje que utiliza el Apocalipsis encierran códigos que necesitan de una clave para descifrarlos. Por lo tanto, los casos en los cuales a Juan se le informó acerca del significado del símbolo constituyen una gran ayuda para nosotros (Apoc. 1:20).

En muchas ocasiones, como el significado del símbolo no está expresado, hay que buscarlo. Un número importante de exégetas tiene la convicción de que en el Apocalipsis tanto el significado de las palabras como las imágenes tienen sus raíces en el Antiguo Testamento. Es por esto que para entender mejor el tema debemos considerar dicho planteamiento. Los estudios de lenguaje que se han realizado confirman el planteamiento.

Esto quiere decir que los parámetros utilizados para la interpretación del Apocalipsis son proporcionados por la propia Biblia. Esto implica estudio concienzudo, oración y dedicación de mucho tiempo. Es indispensable valerse de una concordancia y, en otros casos, también se necesita un buen diccionario bíblico. Si valiéndose de los auxiliares mencionados y la metodología sugerida todavía no logramos encontrar el código para descubrir el significado de un determinado símbolo, es mejor dejarlo sin descifrar que inyectarle al texto nuestra propia especulación.

Los adventistas tradicionalmente consideran que el símbolo "tierra", que figura en Apocalipsis 13:11, señala una determinada región escasamente poblada. Considerando que la Biblia lo utiliza en este sentido, dicha interpretación es buena o por lo menos una opción posible (véase Jer. 2:6; Prov. 21:19).

Esta interpretación también se fundamenta en el hecho de que en Apocalipsis 13:11 aparece otra bestia, pero que sale del mar. Considerando que el océano simboliza naciones y gentes (Apoc. 17:1, 2), la tierra bien podría simbolizar las zonas poco habitadas. Sin embargo, es posible que uno pueda abusar del símbolo, lo cual redundaría en una interpretación equivocada.
En lugar de centrarse en una determinada palabra, es preferible considerar la imagen que está siendo utilizada. Juan ve una bestia saliendo de la tierra/suelo. La imagen corresponde a un campo agrícola. El verbo "salir" (anabáino) se lo utiliza en el Nuevo Testamento para describir el crecimiento de la planta a partir de la tierra o suelo (Mar. 4:7, 8; Mat. 13:7). Este símbolo es extraño, incluso grotesco. Es que Juan describe a una bestia que sale de la tierra en forma semejante a una planta. Si ese es el caso, ¿existe otro texto bíblico que encierre una idea parecida? Recuerde: Antes de hacer el intento de encontrar la explicación a un símbolo, primero tenemos que tratar de descubrir si existe un paralelo bíblico.

Creanlo o no, existe uno que figura en Génesis 1:24: "Luego dijo Dios: 'Produzca [salga] de la tierra [suelo] seres vivientes...' ". El citado verbo hebreo también es utilizado para describir el crecimiento de un planta fuera de la tierra (Job 38:27). En Génesis 1:25 se califica como seres vivientes a los animales, a las bestias, incluso a los "animales silvestres". La versión griega del Antiguo Testamento traduce como "bestias de la tierra" a los animales silvestres, que es la misma idea que aparece en Apocalipsis 13:10.

En Génesis 1:24 y 25 encontramos una terminología paralela semejante a la que utiliza Juan: bestias que salen de la tierra a semejanza de plantas.

¿Qué es lo que Juan está tratando de enseñarnos por medio de los símbolos? Para poder responder la pregunta, necesitamos volver al Génesis. Moisés está describiendo la manera como el Creador realizó su obra de creación de los animales. Dios habló, y los animales salieron de la tierra/suelo a un medio virtualmente deshabitado.

En Apocalipsis, Juan también describe un poder político que surge mayormente de lugares poco habitados, semejante a los animales en ocasión de la semana de la creación. Juan vio cómo dicho poder se corrompió, hablando como dragón y luchando contra su Creador. Este es un caso sencillo de apostasía, cuyas raíces se encuentran en el Antiguo Testamento, lo cual corresponde exactamente con lo descrito por la profecía de Apocalipsis 13:11.

...para descubrir el significado de un determinado símbolo es mejor dejarlo sin descifrar que inyectarle al texto nuestra propia especulación.


Fuente: Biblical Reseach Institute
Autor: Ángel Manuel Rodríguez. Doctorado en teología (ThD) Andrews University. Desde 1992 comienza a el trabajar para Biblical Research Institute (BRI) General Conference of Seventh-day Adventists y desde el 2002 es el Director. Autor de destacados libros y artículos en la revistas adventistas, destacándose su columna mensual en Adventist World. Fue director del Antillian College y vicepresidente académico del Southwestern Adventist University.

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lunes, 5 de octubre de 2009

Base bíblica para un profeta moderno. Por Frank B. Holbrook

Introducción

El don profético se fundamenta en la necesidad básica de la comunicación que debe existir entre la Deidad y la familia humana caída. El ocultismo y la esfera de los falsos profetas son dos sistemas que han operado a lo largo de la historia humana para engañar y hacer errar al ignorante y al incauto, alejándolo de las comunicaciones genuinas provenientes de Dios. Por el otro lado, el sistema de comunicaciones de Dios, que es básicamente el don profético, está claramente delineado en las Escrituras (Núm. 12:6; Amós 3:7; Luc. 1:70).

Se usan cuatro palabras en las Escrituras (tres en hebreo y una en griego) para referirse al instrumento humano en este tipo de comunicación. Ro'eh (1 Sam. 9:9; Isa. 30:10), y las más frecuente, chozeh (2 Sam. 24:11; Amós 7:12; 2 Rey. 17:13, etc.), establecen una conexión con el concepto de "visión", y están traducidas generalmente como "vidente". La idea parece ser que Dios abre a los "ojos", esto es, al entendimiento del profeta, cualquier información o mensaje que él desee que se transmita a su pueblo. Los términos, por lo tanto, enfatizan el recibimiento de un mensaje divino por parte del profeta.

El significado de la palabra última y más generalmente usada, nâbi' (1 Sam. 9:9), y su equivalente griego, profts, se aprecia mejor en el siguiente uso del término:

"Jehová dijo a Moisés: Mira, yo te he constituido dios para Faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta (nâbi'). Tu dirás todas las cosas que yo te mande, y Aarón tu hermano hablará a Faraón...

...Tu hablarás a él [Aarón], y pondrás en su boca las palabras, y yo estaré con tu boca y con la suya, y os enseñaré lo que hayáis de hacer. Y él hablará por ti al pueblo; él te será a ti en lugar de boca, y tú serás para él en lugar de Dios." (Exo. 7:1, 2; 4:15, 16).


A partir de estas declaraciones en las que Moisés y Aarón habrían de desempeñar el papel de Dios y profeta respectivamente, resulta evidente que el profeta al que se refiere el término nabi', era considerado como un portavoz señalado divinamente por Dios. En este caso, el vocablo de la LXX (Septuaginta) para nabi' es profts, el cual aparece en el Nuevo Testamento y del cual proviene nuestra palabra castellana profeta.

Profts es un vocablo compuesto constituido por la preposición pro, que lleva implícito el matiz de "antes", o "por" en este caso, y el verbo fmi, "hablar". De este modo el "profeta" es, en un sentido general, uno que habla en nombre de otro; pero en el marco bíblico, un verdadero profeta es un portavoz o intérprete de Dios, es decir, un revelador, intérprete divinamente inspirado, o uno que habla en nombre de la Deidad. Por consiguiente, las palabras nabi'/profts destacan el cariz de comunicación del papel del profeta. Las cuatro palabras juntas manifiestan un único oficio o función: un profeta es uno que recibe comunicaciones de parte de Dios, y transmite su propósito a su pueblo.

Como puede esperarse, hablar por Dios puede transformarse gradualmente en predicar por Dios. Consecuentemente, hay quienes sostienen que en el Nuevo Testamento el don a veces simplemente tiene que ver con la predicación expositiva (Lenski, p. 760 al comentar Romanos 12:6). Algunos lo ven como un "don de predicación inspirada" (International Critical Commentary al comentar 1 Cor. 13:2, p. 287), o "predicar la palabra con poder" ( ICC al comentar 1 Cor. 12:10, p. 266). Sin embargo, desde el contexto de 1 de Cor. 12-14 resulta evidente que aunque el "profetizar" activamente a veces puede adoptar la forma de la predicación eficaz (1 Cor. 14:3), esta predicación estaba basada en la revelación divina (1 Cor. 14:30) y no sobre la simple iluminación de las Escrituras por medio del Espíritu, lo cual puede darse con cualquier ministro que habla por Dios.

El Nuevo Testamento mantiene una diferencia entre el simple ministerio de la Palabra y el ministerio profético, entre el "maestro" y el "profeta" (Efe. 4:11; 1 Cor. 12:28). Tanto la predicación de Bernabé como la de Pablo sobre los temas de la salvación sin duda sonaron muy semejantes, pero mientras que uno hablaba por la autoridad de la Palabra escrita, el otro hablaba con la autoridad adicional de la revelación divina (Gál. 1:11,12).

Mientras que algunas autoridades sostienen que en el Nuevo Testamento "profetizar" (profteu) a veces se refiere a la predicación, se admite que una clase de personas que recibieron y comunicaron revelaciones directas y especiales de parte de Dios operaron en el Nuevo Testamento como profetas (Luc. 1:25-38; Hech. 11:27,28; 13:1; 15:32; 21:9). ¿Cuál era la función de ellos?

El papel del don profético en el Nuevo Testamento

En el principal registro neotestamentario de los dones espirituales, el "don profético" está registrado en segundo lugar, entre el de los apóstoles (primero) y el de los maestros (tercero). Véase 1 Cor. 12:28-30 y Efe. 4.11. El don no usurpó el papel de los apóstoles, pero su función influyó a veces en los apóstoles como así también en la membresía de la iglesia en general. Algunos de los apóstoles mismos fueron dotados con este don. Las actividades de las personas dotadas de esta manera pueden resumirse de la siguiente forma:

1. Ellos a veces fueron comisionados para advertir acerca de dificultades venideras (Hech. 11:27-30; 20:23; 21:10-14). En primer lugar (Hech. 11) la advertencia sobre la llegada del hambre originó un vínculo fraterno entre los cristianos gentiles en Antioquía y los cristianos judíos en Judea. Los primeros, contrarios a las costumbres étnicas, enviaron ayuda de buena gana a sus hermanos en Cristo judíos.

2. A través del don fue iniciada la extensión de la misión de la iglesia al extranjero (Hech. 13:1,2). Este también tuvo parte en señalar dónde debían trabajar los primeros misioneros (Hech. 16:6-10). En el segundo viaje misionero de Pablo se advierte que él fue acompañado por Silas, un profeta (Hech. 16:40).

3. Durante una crisis doctrinal el don operó a fin de animar y confirmar la membresía en la doctrina verdadera. La crisis tenía que ver con la relación entre el ritual judío y la salvación de los cristianos gentiles. En armonía con el mandato del Espíritu, un gran concilio de la iglesia tomó una decisión, aunque no fue aceptada íntimamente por todos. El conflicto se había producido en Antioquía, iglesia a la que el concilio le comunicó su decisión mediante una carta. Judas y Silas ayudaron por un tiempo a este grupo: "Y Judas y Silas, como ellos también eran profetas, consolaron [en inglés, de la King James Version: exhortaron] (paracale: apelar, incitar, exhortar, animar) y confirmaron (epistriz: fortalecer) a los hermanos con abundancia de palabras" (Hech. 15:32).

4. Los profetas edificaron, animaron y consolaron a la iglesia. "Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, (oikodom, metafóricamente 'edificación de la vida espiritual') exhortación (paraklesis: aliento, exhortación) y consolación (paramuthia: aliento, consuelo, consolación)" (1 Cor. 14:3).

5. Los profetas, provistos simultáneamente con otros dones, tendieron a unificar la Iglesia en la fe verdadera y a protegerla de las falsas doctrinas. "Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, ... hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe... para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error" (Efe. 4:11-15).

6. Los profetas, junto con los apóstoles, ayudaron en la fundación de la iglesia. "Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo" (Efe. 2:20, Cf. 3:5; 4:11).

"... Las dos palabras 'apóstoles y profetas' pueden unir al Antiguo Testamento (profetas) con el Nuevo Testamento (apóstoles) como la base de la enseñanza de la Iglesia. Pero el orden invertido de las palabras (no 'profetas y apóstoles'), sino 'apóstoles y profetas') lleva a pensar que probablemente se haga referencia a los profetas del Nuevo Testamento. Si esto es así, su posición junto a los apóstoles como fundamento de la iglesia es significativa. El relato debe referirse nuevamente a un pequeño grupo de maestros inspirados asociados con los apóstoles, que juntamente con ellos dieron testimonio de Cristo, y cuya enseñanza provenía de la revelación (Efe. 3:5) y era fundacional." --John R. W. Stott, God's New Society [Downers Grove, Illinois: InterVarsity Press, 1979], p. 107. En cuanto a un punto de vista similar, véase The Expositor's Greek Testament, W. R. Nicoll, ed. [Grand Rapids, Michigan: Wn. B. Eerdmans Publishing Company, reimpresión 1961], volumen III, pp. 299, 300.

La continuación del don profético

Como ya hemos notado, el Nuevo Testamento presenta una doctrina de "dones espirituales", o Jarismata, dones de gracia (1 Cor. 12; Efe. 4). Estas dotes conferidas por el Espíritu Santo a miembros particulares de la iglesia son para "perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo" (Efe. 4:12). "Cada uno según el don que ha recibido," ha de emplearlo en el servicio de la iglesia, contribuyendo así en el adelanto de su obra en la tierra (1 Ped. 4:10, 11; Cf. Rom. 12:6, 7).

Puesto que los dones han de ser derramados ininterrumpidamente como el Espíritu vea apropiado, "hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efe. 4:13), resulta obvio que tales dones han sido prometidos para que operen hasta que la iglesia haya consumado su ministerio y el tiempo de gracia de los hombres haya terminado.

No existe evidencia alguna en la Escritura de que Dios se proponga retirar el don profético o cualquiera de los otros dones antes de la segunda venida (Cf. 1 Cor. 13:8-12). En cambio, está la profecía del Antiguo Testamento de Joel 2:8-12, la cual es repetida por Pedro (Hech. 2:16:21) prediciendo un derramamiento del Espíritu Santo en el tiempo del fin y una consiguiente actividad de los dones espirituales. Con respecto a esto es conveniente advertir que los falsos profetas también estarán activos en el tiempo del fin. (Mat. 24:24).

El canon de la Biblia y los dones espirituales

Las Sagradas Escrituras, compuestas por el Antiguo y el Nuevo Testamento, son en sí mismas el resultado de la acción del don profético. Indirectamente las Escrituras por sí mismas indican un canon cerrado de escritos sagrados. Los límites y las porciones del Antiguo Testamento ya eran conocidos y entendidos en los tiempos de Jesús. En Mat. 23:35 Jesús señala indirectamente sus límites externos: desde Génesis hasta 2 Crónicas (último libro en la Biblia hebrea); y su división en tres partes en Lucas 24:27, 44: la ley de Moisés, los profetas y los escritos, el primero de los cuales era Salmos.

Hebreos describe de este modo la secuencia de la revelación: "Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras [literalmente 'en muchas porciones y de diversas maneras'] en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo..." (Heb. 1:1, 2). Las revelaciones de Dios comienzan a ser registradas a partir de Moisés (siglo XV a.C.), y a través de los siglos otros profetas registran los mensajes que les fueron confiados, según Dios veía conveniente, para avivar el entendimiento de su pueblo. Dios finalmente, optó por realizar su revelación final por medio de su Hijo. Jesucristo ha dado a la familia humana la mayor revelación de Dios posible de recibir para el hombre (Juan 1:18). El Nuevo Testamento es el testimonio apostólico inspirado e interpretación de Jesucristo y su enseñanza. La de Cristo es una vida y revelación irrepetible; el de los apóstoles es un testimonio irrepetible sobre El.

Puesto que la vida de Cristo sobre la tierra y su interpretación apostólica proveen la revelación final de Dios, ningún oficio del don profético (como uno de los dones espirituales) posterior al Nuevo Testamento puede igualar, sustituir o ser una adición a su testimonio singular. Antes bien, toda pretensión del don profético debe ser sometida a una prueba por las Escrituras (1 Tes. 5:19-21; 1 Juan 4:1-3; Mat. 7:15-20).

Toda vez que se presente la operación postcanónica del don profético, será similar a su operación en el tiempo de los apóstoles y tendrá la autoridad del Espíritu, que por medio del don, habla a la iglesia. Esta operación puede resumirse de la siguiente manera:

Una manifestación del don profético,

1. Señalará a las Sagradas Escrituras como la base de fe y práctica.
2. Iluminará y declarará enseñanzas ya presentes en las Escrituras.
3. Aplicará los principios de las Escrituras en la vida diaria.
4. Puede ser un catalizador para dirigir la iglesia a fin de que lleve a cabo su cometido tal como se le ha encargado en las Escrituras.
5. Puede ayudar en el establecimiento de la iglesia.
6. Puede reprender, advertir, instruir, alentar, desarrollar y unir la iglesia en las verdades de la Escritura.
7. Puede operar para proteger la iglesia de falsas doctrinas y establecer a los creyentes en la verdad.

La manifestación del don en el tiempo del fin

Joel 2:28-32

Viviendo en "los postreros tiempos" (desde la perspectiva del Antiguo Testamento, 1 Ped. 1:20; Heb. 1:2), el apóstol Pedro vio un cumplimiento de la profecía de Joel en el derramamiento del Espíritu en el día del pentecostés mediante la manifestación del don de lenguas (Hech. 2). Sin embargo, el pentecostés parece haber sido sólo un cumplimiento parcial, puesto que Jesús sitúa las señales en el sol y la luna mencionadas por Joel como ocurriendo después del oscurantismo de la Edad Media, de la persecución y más cerca de la venida de "el día grande y espantoso de Jehová" (Mat. 24:29, 30). Más aún, Joel se refiere específicamente a una manifestación del don de profecía. De esta manera, un cumplimiento completo de la antigua predicción de Joel requeriría una manifestación del don profético en el tiempo del fin.

Mateo 7: 15-20; 24:24

Puesto que Jesús predijo la aparición de "falsos profetas" en el tiempo del fin, tal predicción es una presunta evidencia de una manifestación verdadera del don.

1 Corintios 12; Efesios 4; etc.

La doctrina neotestamentaria de "los dones espirituales" (la cual incluye el don profético) nunca ha sido dejada sin efecto. Si el pasado pudiera dar alguna señal del futuro, podemos advertir que el don profético generalmente operó durante períodos de crisis o de trascendencia: Noé antes del diluvio; el grupo de los profetas mayores y menores en torno a los períodos críticos de la historia de Israel, cuando Asiria, Babilonia y Persia amenazaban o perjudicaban la existencia de Israel; Juan el Bautista antes del advenimiento de Cristo, etc. Por lo tanto, sería razonable esperar algún tipo de manifestación profética previa al fin del tiempo de gracia y la segunda venida, la consumación del plan de salvación.

Apocalipsis 12:17; 19:10

Mientras que enfatizamos la predición de Joel 2 en defensa de una manifestación legítima del don profético, nuestros pioneros no dejaron de tener en cuenta las implicaciones de Apocalipsis 12:17 y 19:10. En un artículo de la Review and Herald del 16 de octubre de 1855, Jaime White expresó:

"Miremos Joel 2:32, y veamos dónde coloca él la profecía. 'Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sión y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado'. Es el REMANENTE el que va a presenciar estas cosas. Es el remanente (o última fracción de la iglesia) que guarda los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo, (que es el espíritu de profecía, Apocalipsis 19:10) muy ciertamente, el que va a participar de esta liberación. 'Todo el que invocare el nombre de Jehová' en el tiempo de prueba cual nunca hubo, participará de esa liberación. ¿'Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche?' Luc. 18:1-8. Esta invocación del nombre del Señor está simbolizada también por el ángel [Apoc. 14:15] que clama a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: 'Mete tu hoz, y siega; porque la hora ha llegado, pues la mies de la tierra está madura.' Dios siempre ha manifestado su poder a sus hijos de acuerdo a sus necesidades y a sus ocupaciones. ¿Y podemos nosotros suponer en algún momento que el pueblo de Dios pasará a través de los peligros de los últimos días, y enfrentará el tiempo de angustia cual nunca fue, y que El no se manifestará a ellos mediante aquellos dones que El mismo ha puesto en la iglesia? No, ciertamente. Dios ha prometido, por intermedio del profeta Joel, hacer grandes cosas en favor del REMANENTE 'antes que venga el día grande y espantoso de Jehová'."

1. El libro de Apocalipsis muestra dos mujeres. Una mujer pura vestida de sol (Apoc. 12), y una mujer caída, denominada "Babilonia la Grande" (Apoc. 17). En un sentido, ambas mujeres simbolizan la misma entidad: el cristianismo. Ambas tienen descendencia (Apoc. 12:17; 17:5). Apocalipsis 12 parece estar representando a los seguidores fieles de Dios y el curso de su historia, y Apocalipsis 17 simboliza el desarrollo y el curso de la apostasía cristiana.

La mujer pura que se esconde en el desierto para escapar de la persecución ocasionada por el dragón (12:17) y por la mujer caída (17:6), representa en esencia a múltiples grupos leales. Esos grupos (aunque no necesariamente puros en todos los aspectos doctrinales: cf. La historia simbólica de la iglesia, Apoc. 2:3), mantuvieron la fe en Dios y la lealtad a las Escrituras durante el período del oscurantismo de la Edad Media. ¿Cómo, entonces, ha de identificarse "el resto de su descendencia"? ¿Ha de ser entendido como un resto del tiempo del fin del cristianismo en general, o ha de delimitárselo a un grupo específico de cristianos?

2. El libro de Apocalipsis parece describir a los sinceros seguidores de Dios en el tiempo del fin bajo dos órdenes diferentes.

a. "El resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios" (12:17), y
b. El "pueblo mío" [de Dios] que está en Babilonia (18:4).

Esto implicaría, en un sentido técnico, que el grupo denominado en Apocalipsis 12 como "el resto" o remanente no está constituido por todos los cristianos sinceros en general, sino que aquí se lo está limitando a un grupo específico por ciertas características: guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús.

Es razonable suponer, además, que el remanente o última etapa del pueblo de Dios del cual se habla en Apoc. 12:17 también predicará el último mensaje de Dios. Ese último mensaje es descripto en Apoc. 14:9-12 como el del "tercer ángel". Este es un mensaje específico con características definidas, y que también involucra el contenido del mensaje de los dos primeros ángeles (véase Apoc. 14:6-14). Si aquellos que componen el "resto" de Apoc. 12 son los expositores del mensaje del tercer ángel (Apoc. 14), necesariamente entonces tendrían que ser un grupo específico de cristianos, caracterizados por el distintivo de ese mensaje especial. Históricamente, los adventistas del séptimo día han creído que han estado cumpliendo el papel del tercer ángel; de aquí que hemos visto desde luego a nuestro movimiento como simbolizado también en Apoc. 12:17.

3. El testimonio de Jesús (12:17). El interrogante aquí es si esta frase señala una manifestación en el tiempo del fin del don profético en el grupo definido como "el resto de la descendencia de ella".

La expresión "testimonio de Jesús" aparece seis veces en el libro de Apocalipsis (1:2, 9; 12:17; 19:10; 20:4). El primer problema relacionado con la expresión tiene que ver con la traducción. Dos traducciones son posibles gramaticalmente:

1. El testimonio acerca de o concerniente a: Jesús (genitivo de objeto) = lo que los cristianos atestiguan acerca de Jesús.

2. El testimonio proveniente de o dado por: Jesús (genitivo de sujeto) = mensajes provenientes de Jesús a la iglesia.

La evidencia que proviene del uso de esta expresión en el libro de Apocalipsis sugiere que ésta debiera ser entendida como un genitivo de sujeto (un testimonio proveniente de o dado por Jesús), y que este testimonio es dado a través de la revelación profética. Unos pocos ejemplos:

a. Apocalipsis 1:1, 2. "La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos... y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto.

En este contexto resulta evidente que "la revelación de Jesucristo" señala una revelación proveniente de o dada por Jesús a Juan. De un modo parecido, Juan luego lleva registro de este testimonio proveniente de Jesús. Ambas expresiones genitivas le dan el mejor sentido como genitivos de sujeto en el contexto y concuerdan con las palabras finales de Cristo en el libro: "El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve" (Apoc. 22:20).

Comentando sobre la misma frase en Apoc. 19:10, James Moffat escribe:

"El testimonio de Jesús prácticamente equivale a Jesús testificando (22:20). Es la autorevelación de Jesús (de acuerdo a 1:1, debida finalmente a Dios) la que mueve a los profetas cristianos. El forma al instante el impulso y el tema de sus declaraciones." (The Expositor's Greek Testament, W. Robertson Nicoll, ed. [Grand Rapids, Michigan: Wm. B. Eerdmans Publishing Company, reimpresión 1961], vol. 5, p. 465.

b. Una comparación de Apoc. 19:10 con 22:9 vincula el testimonio proveniente de Jesús con la función profética:

19:10 "Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de

22:9 "Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de

19:10 tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús."

22:9 tus hermanos los profetas..."

c. Apocalipsis 19:10 define al testimonio proveniente de Jesús como "el espíritu de profecía". "Porque el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía."

Aunque James Moffat considera la frase como una glosa, analiza su significado desde las implicaciones de un genitivo de sujeto:

"Porque el testimonio de (es decir, portado por) Jesús es (es decir, constituye) el espíritu de profecía. Esto ... define específicamente a los hermanos que retienen el testimonio de Jesús como poseedores de la inspiración profética." (Ibid.).

4. La frase "espíritu de profecía" puede ser entendida en cualquiera de los dos sentidos.

a. Puede referirse al Espíritu Santo, quien comunica la revelación profética. "Los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo" (2 Ped. 1:21). Expresiones tales como el "Espíritu de gracia", el "Espíritu de verdad", etc., señalan al Espíritu que comunica gracia o verdad. De este modo el testimonio proveniente de Jesús puede ser comparado o vinculado con la función del Espíritu de inspirar al profeta con una revelación proveniente de Dios (cf. 1:10). Una revelación tal, es en efecto, un testimonio proveniente de Jesús. Esta interpretación de la frase está de acuerdo con 1 Ped. 1:11, que destaca que los profetas del Antiguo Testamento fueron inspirados por "el Espíritu de Cristo", y de este modo dieron un testimonio proveniente de El.

b. La frase "espíritu de profecía" puede también ser entendida como el genio o la esencia distintiva de la profecía. Es decir, el genio mismo o el alma de la profecía es Jesús que da testimonio. Jaime White lo expresó de esta manera: "El espíritu, alma y sustancia de la profecía, es el testimonio de Jesucristo; o, la voz de los profetas concerniente al plan y obra de la redención humana, es la voz del Redentor." (Life Sketches [ed. 1880], pp. 335, 336, citado en Seventh-day Adventist Encyclopedia, artículo "Spirit of Prophecy".

5. Énfasis de Apoc. 12:17. En cualquier caso, el pasaje de Apoc. 12:17, enfatiza que el remanente tiene (participio presente de ejo) el testimonio profético de Jesús. De esta manera, se describe el remanente como teniendo o reteniendo esta posesión mientras el dragón realiza su ofensiva final contra el pueblo de Dios en el tiempo del fin. (Véase Arndt y Gingrich, A Greek-English Lexicon, sobre el uso de marturia [testimonio en Apocalipsis].)

6. "Testimonio de Jesús": ¿manifestación canónica o postcanónica?

Si el "testimonio de Jesús" es realmente el testimonio de Jesús a su iglesia a través del canal profético, entonces la incógnita es saber si la característica de Apoc. 12:17 está enfatizando la posesión por parte del remanente de las Sagradas Escrituras, Antiguo y Nuevo Testamentos, o la posesión de una manifestación postcanónica de los dones espirituales en la forma del don profético. La primera aseveración parece ser un punto demasiado obvio para que el escritor profético lo subraye, pero una manifestación del don profético en un marco del tiempo del fin sería significativa.

Esta profecía concerniente a la posesión del testimonio profético proveniente de Jesús por parte del remanente, puede ser comparada a las muchas referencias al Mesías en los Salmos davídicos. Un lector en los tiempos del Antiguo Testamento habría relacionado con David a muchas de las declaraciones -sino todas- de estos Salmos. Más tarde, después de la vida, muerte expiatoria y resurrección de Cristo, estas declaraciones son vistas como teniendo una aplicación mayor y más perfecta al Mesías, el Hijo de David. Precisamente, en el cumplimiento de Apoc. 12:17, juntamente con el desarrollo del movimiento del tercer ángel, podemos ver ahora lo que no era evidente antes de ese desarrollo: que la posesión del "testimonio de Jesús" por parte del remanente trae consigo la alentadora verdad de que Cristo ha decidido hablar una vez más a su pueblo mediante el don profético al enfrentar éste la miríada de desafíos del tiempo del fin, y de la terminación del tiempo de gracia para la humanidad.


Fuente: Biblical Research Institute of the General Conference of Seventh-day Adventists D.C. / April 1982
Autor: Frank B. Holbrook. B.D., M.Th. Teólogo adventista ya desaparecido. De 1981 a 1990, fue director asociado del Instituto de Investigación Bíblica de la Conferencia General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, Silver Spring, Maryland. También fue Profesor de Religión de la hoy Southern Adventist University.
Edición en español: Centro de Investigación White, Universidad Adventista del Plata, Entre Ríos, Argentina. / marzo de 1988
Traducción: Silvia S. de Roscher
Edición: Víctor Casali /1997.
Correcciones de edición ajustándose al original: Menesez Filipov. Ojo Adventista / 2009
Fotografia / montaje: Menesez Filipov

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martes, 15 de septiembre de 2009

Pensamientos acerca del Milenio. Por Ángel Manuel Rodríguez

¿Por que no se podría resolver el problema del pecado, con todas sus ramificaciones cósmicas, en la segunda venida de Cristo? ¿Por qué Dios esperará hasta el fin del milenio para eliminar el pecado del universo?

El tema fundamental involucrado en el conflicto cósmico y el conflicto mismo no está confinado a este planeta. De acuerdo con las Escrituras, la solución al problema del pecado se realiza mediante etapas, por causa de la complejidad del problema y del interés de Dios por revelar al universo la justicia de sus decisiones y acciones. Encontramos en el milenio un evento escatológico indispensable que dará lugar a un reconocimiento cósmico de la justicia y el amor de Dios que reconciliará las cosas en el cielo y en la tierra (Apoc. 20:15-21; Col. 1:20).

1. El milenio crea el contexto adecuado para la conclusión de la controversia. Durante la Segunda Venida, el cosmos todavía no estará listo para la aniquilación del pecado en el universo. La Segunda Venida revelará que el sacrificio de Cristo no sólo salva a los pecadores arrepentidos; también los libera del poder esclavizante del pecado. Sin embargo, la erradicación del cosmos de un fragmento de la creación inteligente de Dios es incuestionablemente un paso más radical en su propósito redentor. Debe suceder en un tiempo apropiado, en el momento en que dará lugar a la restauración de la perfecta armonía en el universo, o shalom; o de otra manera se podría convertir en una fragmentación más pronunciada. El milenio provee el tiempo necesario para moverse hacia un consenso universal que apoye la solución divina del conflicto. Las criaturas inteligentes de Dios necesitan experimentar esta importante etapa del drama escatológico.

2. El milenio es un tiempo de reflexión y análisis cósmicos. Durante el milenio, los resultados del gran conflicto serán revisados tanto en el cielo como en la tierra. Después de la muerte de los malvados durante la Segunda Venida (Apoc. 19:21), Satanás y sus ángeles se hallarán prisioneros en un planeta desolado (Apoc. 20:2, 3). Serán forzados a reflexionar con respecto a su papel en el conflicto cósmico, al mismo tiempo que contemplan los resultados de su rebelión. Esta introspección contribuirá a la reconciliación del universo, indispensable para el final del conflicto.

La reflexión en el cielo se da en el contexto del juicio a los malvados (Apoc. 20:4; 1 Cor. 6:2, 3). Los redimidos se unirán a la corte celestial para examinar la vida de los que persistieron en su rebelión contra Dios. Tienen una contribución que hacer a la resolución del problema cósmico del pecado, ya que tienen un conocimiento personal de su poder esclavizante. Pero también experimentaron el poder redentor de la cruz y el insondable amor de Dios. Conocen por experiencia que no existen razones válidas que excusen la sumisión personal al poder de Satanás. Pueden testificar todo lo que Dios ha hecho para salvar a los pecadores arrepentidos, si ellos lo hubiesen deseado. Dios quiere que todas las criaturas inteligentes que permanecieron leales a él durante el gran conflicto, y que vivirán por la eternidad con él, participen del proceso judicial (Dan. 7:10). Los miembros del reino de Dios participarán de la decisión de erradicar del cosmos la anomalía del pecado; el pueblo de Dios sobre la tierra es parte de ese reino y gozará de los mismos privilegios.

3. El milenio conduce a una adoración universal. Al fin del milenio, la reflexión por parte de los poderes del mal en la tierra y la reflexión en forma de proceso judicial en el cielo llegarán a una misma conclusión. Ambos reconocerán que las decisiones judiciales de Dios son imparciales y justas. El malvado, Satanás, y sus ángeles comparecerán ante el trono de Dios para recibir los resultados de su rebelión (Apoc. 20:11, 12). Admitirán pública y voluntariamente que lucharon por la causa equivocada, confesarán la justicia de Dios, reconocerán el señorío de Cristo y aceptarán la sentencia divina pronunciada contra ellos (Fil. 2:9-11; Apoc. 16:5; Apoc. 19:1, 2). Entonces, cada criatura inteligente del universo se unirá en un canto de alabanza al amor y la justicia de Dios. En ese momento, el universo estará listo para ser testigo de la extinción eterna del pecado y de los pecadores de la creación de Dios. Para poder llegar a ese punto, es indispensable el milenio.


Fuente: Biblical Reseach Institute
Autor: Ángel Manuel Rodríguez. Doctorado en teología (ThD) Andrews University. Desde 1992 comienza a el trabajar para Biblical Research Institute (BRI) General Conference of Seventh-day Adventists y desde el 2002 es el Director. Autor de destacados libros y artículos en la revistas adventistas, destacándose su columna mensual en Adventist World. Fue director del Antillian College y vicepresidente académico del Southwestern Adventist University.
Ilustración: "El Juicio Final" (basado en Apocalipsis 20:12) de Gustave Doré

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jueves, 3 de septiembre de 2009

Los 1290 y los 1335 días de Daniel 12. Por Alberto R. Timm

La interpretación de los 1.290 y los 1.335 días de Daniel 12:11 y 12 respectivamente como 1.290 y 1.335 años se puede encontrar ya entre los expositores judíos del siglo VIII d. JC. Esa interpretación, que se basa en el principio del día-año (véase Núm. 14:34 y Eze. 4:6, 7), continuó siendo defendida por los seguidores de Joaquín de Fiore (1130-1202), como asimismo por varios otros expositores durante el período anterior a la Reforma y la Reforma misma, y fue incorporada a la tradición protestante posterior a ella.1

Guillermo Miller (1782-1849), por su parte, creía (1) que tanto los 1.290 como los 1.335 años habían comenzado en el año 508, cuando Clodoveo obtuvo su victoria sobre los ostrogodos arrianos, paso decisivo en la unión de los poderes político y eclesiástico para castigar a los "herejes" por parte del catolicismo medioeval; (2) que los 1.290 años se habían cumplido en 1798, con la detención del papa Pío VI por parte del ejército francés; y (3) que los 1.335 años se extendieron otros 45 años más hasta la conclusión de los 2.300 años de Daniel 8:14 en 1843/1844.2 Los primeros adventistas observadores del sábado conservaron esa interpretación, 3 y así se convirtió en la posición histórica de la Iglesia Adventista hasta el día de hoy.4

No obstante, en años recientes algunos predicadores independientes han comenzado a propagar una "nueva luz" acerca de los 1.290 y 1.335 días de Daniel 12. Apartándose de la tradicional interpretación adventista, esas personas alegan que ambos períodos constituyen días "literales" (y no días que representan "años") que deben cumplirse todavía en el futuro. Algunos de ellos sugieren que los dos períodos comenzarán con el futuro decreto dominical; que los 1.290 días "literales" es el período reservado para que el pueblo de Dios salga de las ciudades; y que al final de los 1.335 días "literales" se oirá la voz de Dios que anunciará "el día y la hora" del regreso de Cristo.5

Por más interesantes que puedan parecer estas teorías, existen por lo menos cinco razones básicas que nos impiden aceptarlas.

1. Esta teoría se basa en una lectura parcial y tendenciosa del Espíritu de Profecía.

Uno de los argumentos empleados para justificar el cumplimiento futuro de los 1.290 y los 1.335 días es la falsa suposición de que Elena de White consideraba erróneo el concepto de que los 1.335 días se habían cumplido en el pasado. Se menciona su carta "a la iglesia que está en la casa del Hno. Hastings", con fecha del 7 de noviembre de 1850, en la que se mencionan algunos problemas relacionados con el Hno. O. Hewit, de Dead River. En el texto original en inglés de esa carta aparece la siguiente declaración: "We told him of some of his errors of the past, that the 1335 days were ended and numerous errors of his".6

Esta sentencia se debería traducir sencillamente de la siguiente manera: "Le mencionamos algunos de sus errores del pasado, que los 1.335 días se habían cumplido y muchos de sus errores". Pero algunos de los defensores de la "nueva luz" profética prefieren reemplazar la conjunción "que" ("that" en inglés) por la expresión "tales como" ("such as" en inglés), con lo que se altera el sentido del texto. De esta manera intentan conseguir que la sentencia diga que entre los errores defendidos por Hewit se encontraba la idea de que "los 1.335 días se habían cumplido".

Si la intención de la Hna. White consistía realmente en corregir al Hno. Hewit por creer que los 1.335 días ya se habían cumplido, surgen una cantidad de interrogantes: ¿Por qué Elena de White se limitó a corregir en 1850 en forma parcial y tendenciosa lo que habría sido sólo una posición personal de este hermano, sin dirigir la más mínima reprensión a los demás dirigentes del movimiento adventista que también creían que ese período profético ya se había cumplido en
1844? ¿Por qué no reprendió a su propio esposo (Jaime White) por afirmar en la Review, en 1857, que "los 1.335 días terminaron junto con los 2.300, con el clamor de media noche en 1844"?7 ¿Por qué no lo reprendió por seguir publicando en la Review diversos artículos de otros autores que defendían la misma idea?8 Más aún, ¿cómo podría haber declarado Elena de White en 1891 que "el Señor me mostró que el mensaje debe avanzar, y que no debe depender del tiempo, pues éste no será nunca más una prueba",9 si el cumplimiento de los 1.290 y los 1.335 días todavía estuviera en el futuro?

Las evidencias de que Elena de White creía que esos períodos ya se habían cumplido en sus días se pueden encontrar también en declaraciones suyas que se refieren a que Daniel ya estaba por recibir su heredad desde el comienzo del tiempo del fin.10 Creemos, por consiguiente, que el Dr. Gerard Damsteegt, profesor del Seminario Teológico de la Universidad Andrews, estaba en lo cierto al declarar que "ya en 1850 Elena G. de White había escrito que los 1.335 días se habían cumplido, sin especificar el momento de ese cumplimiento".11

2. Esta teoría vulnera el paralelismo profético-literario del libro de Daniel

Para justificar el supuesto cumplimiento futuro de los 1.290 y los 1.335 días, los abogados de esta "nueva luz" profética alegan sin la menor preocupación que el contenido de Daniel 12:5-13, donde aparecen estos períodos, no forma parte de la cadena profética de Daniel 11. Pero un análisis más detenido del libro de Daniel no confirma esta teoría.

El Dr. William H. Shea aclara que en el libro de Daniel cada período profético (1.260, 1.290, 1.335 y 2.300 días) aparece como un apéndice regulador del cuerpo básico de la profecía que le corresponde. Por ejemplo, la visión del capítulo 7 está descrita en los versículos 1 al 14, pero el tiempo que se relaciona con ella aparece recién en el versículo 25. En el capítulo 8 el cuerpo de la visión se encuentra en los versículos 1 al 12, pero el tiempo correspondiente recién figura en el versículo 14. De la misma manera, los tiempos proféticos relacionados con la visión del capítulo 11 se mencionan en el capítulo 12. 12

Este paralelismo comprueba que los 1.290 días y los 1.335 días de Daniel 12:11 y 12 participan de la misma naturaleza profético-apocalíptica que el "tiempo, tiempos y medio tiempo" de Daniel 7:25, y las 2.300 tardes y mañanas de Daniel 8:14. Por lo tanto, si aplicamos el principio de día por año a los períodos proféticos de Daniel 7 y 8, también lo debemos aplicar a los períodos de Daniel 12, por que todos estos períodos están relacionados de alguna manera entre sí, y la descripción de cada visión indica un solo cumplimiento para el período profético que le corresponde.

Además, la alusión de Daniel 12:11 al "continuo sacrificio" y a la "abominación desoladora", conecta los 1.290 y los 1.335 días no sólo con el contenido de la visión de Daniel 11 (véase Daniel 11:31), sino también con las 2.300 tardes y mañanas de Daniel 8:14 (véase Dan. 8:13; 9:27). El mismo poder apóstata que establecería la "abominación desoladora" en lugar del "continuo sacrificio" se describe en Daniel 7 y 8 como el "cuerno pequeño", y en Daniel 11 como el "rey del
Norte".

Por lo tanto, la tentativa de interpretar algunos períodos proféticos de Daniel (70 semanas, 2.300 tardes y mañanas) como días que simbolizan años, y otros (1.290 y 1.335 días) como meros días literales, desentona totalmente con el paralelismo profético-literario del libro de Daniel.

3. Esta teoría se basa en una interpretación anti bíblica de la palabra hebrea tamid ("diario", "continuo")

La teoría de que tanto los 1.290 como los 1.335 días comienzan con el futuro decreto dominical, se basa en la suposición de que en Daniel 12:11 las expresiones "continuo sacrificio" y "abominación desoladora" significan respectivamente sábado y domingo. Esa suposición también carece de base bíblica.

La expresión "continuo sacrificio" es la traducción del término hebreo tamid, que significa "diario" o "continuo", al cual se le añadió la palabra "sacrificio" que no aparece en el texto original de Daniel 8:13 y 12:11. Ese término (tamid) se usa en las Escrituras en relación no sólo con el sacrificio diario del santuario terrenal (véase Exo. 29:38, 42) sino también con varios otros aspectos de la ministración permanente de ese santuario (véase Exo. 25:30; 27:20; 28:28, 38; 30:8; 1 Crón. 16:6). En el libro de Daniel el término se refiere, obviamente, al continuo ministerio sacerdotal de Cristo en el santuario/templo celestial (véase Dan. 8:9-14). Ya la expresión "abominación desoladora" implica el amplio sistema de falsificación de ese ministerio, basado en las teorías anti bíblicas de la inmortalidad natural del alma, la mediación de los santos, el confesionario, el sacrificio de la misa, etc.

No podemos estar de acuerdo con la teoría de que en Daniel 12 el "diario" representa el sábado y la "abominación desoladora" el domingo. Para creer esto, tendríamos que vaciar esas expresiones del amplio significado que poseen, dado tanto por el propio contexto bíblico en el cual aparecen, como asimismo por el consenso general de las Escrituras.

4. Esta teoría refleja la interpretación jesuítico futurista de la Contra Reforma católica

Los defensores de la interpretación literal y futurista de los 1.290 y los 1.335 días alegan que su posición es genuinamente adventista y que está plenamente sancionada por el Espíritu de Profecía. Pero si analizamos más detenidamente el asunto a la luz de la historia, descubrimos que esta teoría rechaza el historicismo y el principio del día-año, de tradición protestante, para alinearse abiertamente con el futurismo literalista de la Contra Reforma católica.

Los reformadores protestantes del siglo XVI identificaban el "cuerno pequeño" con el papado, que daría origen a la "abominación desoladora" acerca de la cual habla Daniel.13 Con el propósito de defender al papado de esas acusaciones, el cardenal italiano Roberto Bellarmino (1542-1621), el más capaz y renombrado de todos los polemistas jesuitas, sugirió que el "cuerno pequeño" era solo un rey, y que los 1.260, 1.290 y 1.335 días eran días literales, que se cumplirían recién en el período anterior al fin del mundo.14 De esta manera el papado de aquel tiempo no podría ser identificado más con el "cuerno pequeño" o con el "rey del Norte" y, por consiguiente, no se lo podría responsabilizar de la "abominación desoladora".

Muchos de los defensores contemporáneos de la interpretación futurista de los 1.290 y 1.335 días desconocen la relación que existe entre esa teoría y el futurismo de la Contra Reforma católica. Pero aún así, estos individuos deberían reconocer por lo menos que "esas propuestas futuristas reposan, esencialmente, sobre una comprensión equivocada de los patrones de pensamiento de la poesía hebrea", y que "representan una lectura del idioma hebreo con ojos occidentales".15

5. Esta teoría no toma en cuenta las advertencias del Espíritu de Profecía que se opone a la tentativa de extender el cumplimiento de toda profecía de tiempo más allá de 1844.

Si esta teoría fuera correcta, con la mera promulgación del decreto dominical ya sabríamos con anticipación cuándo se cerraría la puerta de la gracia y cuándo sería la segunda venida de Cristo. Es, por lo tanto, una forma sutil y capciosa de establecer fechas para los eventos finales. Por más originales y creativas que puedan parecer, esas tentativas no pasan de ser propuestas especulativas, que desconocen e inclusive desprecian, en nombre del Espíritu de Profecía, las propias advertencias del Espíritu de Profecía acerca de este asunto.

Ya en 1850 Elena de White advirtió: "El Señor me mostró que el TIEMPO no ha sido motivo de prueba desde 1844, y que nunca más lo será".16 Posteriormente añadió que "nunca más habrá para el pueblo de Dios un mensaje basado en el tiempo". "El Señor me mostró que el mensaje debe avanzar, y que no debe depender del tiempo, porque el tiempo nunca más será una prueba". "Dios no nos reveló el tiempo cuando este mensaje concluirá, o cuándo terminará el tiempo de gracia".17 Solamente después de la terminación del tiempo de gracia, y poco antes de la Segunda Venida, declarará Dios a los salvos "el día y la hora de la venida de Jesús".18

En su comentario acerca de Apocalipsis 10:6, que según la versión inglesa del rey Jaime reza: "no habrá más tiempo", Elena de White aseveró lo siguiente en 1900: "Este tiempo, que el ángel declaró con solemne juramento, no es el fin de la historia de este mundo, ni del tiempo de prueba, sino del tiempo profético, que debe preceder al advenimiento del Señor. Es decir, el pueblo no tendrá otro mensaje basado en un tiempo definido. Después de este período de tiempo, que se extiende desde 1842 a 1844, no puede haber cálculo definido del tiempo profético".19

Si este es el caso, ¿por qué algunos profesos adventistas insisten en aplicar al futuro los 1.290 y los 1.335 días de Daniel 12? Sólo Dios puede juzgar el grado de sinceridad de esas personas; pero una cosa es cierta: "La fe en una mentira no ejercerá influencia santificadora sobre la vida o el carácter. Ningún error es verdad, ni se puede convertir en verdad por la repetición o porque se tenga fe en él. . . Puedo ser perfectamente sincera al seguir un camino equivocado, pero eso no convierte en correcto ese camino, ni me llevará al lugar donde quiero llegar".20

Conclusión

Es evidente, por lo tanto, que la teoría del cumplimiento futuro de los 1.290 y los 1.335 días (1) se basa en una lectura parcial y tendenciosa del Espíritu de Profecía; (2) vulnera el paralelismo profético-literario del libro de Daniel; (3) se basa en una interpretación no bíblica del término hebreo tamid ("diario", "continuo"); (4) refleja la interpretación jesuítico-futurista de la Contra Reforma católica; y (5) pasa por alto las advertencias del Espíritu de Profecía contra la tentativa de extender el cumplimiento de toda profecía de tiempo más allá de 1844.

En una época cuando los vientos de las falsas doctrinas están soplando con mucha intensidad (véase Efe. 4:14), "de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos" (Mat. 24:24), sólo estaremos seguros si nos encontramos fundados sobre la clara e inamovible Palabra de Dios. Toda "nueva luz", para que sea verdadera, debe estar en perfecta armonía con el contexto general de las Sagradas Escrituras y de los escritos inspirados de Elena G. de White.21 Los atalayas del pueblo de Dios jamás deberían permitir que las conjeturas y las especulaciones humanas les impidan darle a la trompeta un sonido certero. (Véase Eze. 33:1-9; 1 Cor. 14:8).


Fuente: Centro de Investigaciones Bíblicas / Biblical Research Institute
Autor: Alberto R. Timm, destacado teologo adventista, Doctorado en Teologia en la Andrews University. Rector del Seminario Adventista Latinoamericano de Teología (SALT), Director del Centro de Investigación Elena G. de White, en Brasil.
Referencias: 1. Le Roy E. Froom, The Prophectic Faith of our Fathers (Washington DC: Review and Herald, 1954), tomo 4, 205, 206. 2. William Miller, Evidences from Scriptures and History of the Second Coming of Christ about the Year A.D. 1843, and of His Personal Reign of 1000 Years (Evidencias basadas en las Escrituras y en la historia acerca de que la segunda venida de Cristo se producirá en torno del año 1843, y de su reino personal de mil años, Brandon, VT: Vermont Telegraph Office, 1833), 31; Idem, Evidence from Scripture and History of the Second Coming of Christ, about the Year 1843; Exhibited in a Course of Lectures (Evidencias basadas en las Escrituras y la historia acerca de que la segunda venida de Cristo se producirá en torno del año 1843, expuestas en una serie de conferencias, Boston: Joshua V. Himes, 1842), 95-104, 296, 297; idem, "Synopsis of Miller's Views" (Sinopsis de las opiniones de Miller), Signs of the Times (Las señales de los tiempos), 25 de enero de 1843, 148, 149. 3. Véase P. Gerard Damsteegt, Foundations of the Seventh-day Adventist Message and Mission (Fundamentos del mensaje y la misión de los adventistas del séptimo día, Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1977), 168-179. 4. Véase, por ejemplo, Urías Smith, "Synopsis of the Present Truth, No. 12" (Sinopsis de la verdad presente, No. 12), Review and Herald, 28 de enero de 1858, 92, 93; Stephen N. Haskell, The Story of Daniel the Prophet (La historia de Daniel, el profeta, Berrien Springs, MI: Advocate Publishing Company, 1903), 263-265; J.N. Loughborough, "The Thirteen Hundred and Thirty-Five Days" (Los mil trescientos treinta y cinco días), Review and Herald, 4 de abril de 1907, 9-10; Urías Smith, The Prophecies of Daniel and Revelation (Las profecías de Daniel y el Apocalipsis), edición revisada (Washington, D.C.: Review and Herald, 1944), 330,331; George M. Price, The Greatest of the Prophets: a New Commentary on the Book of Daniel (El más grande de los profetas: un comentario acerca del libro de Daniel, Mountain View, CA: Pacific Press, 1955), 337-342; Araceli S. Melo, Testemunhos Históricos das Profecias de Daniel (Testimonios históricos de las profecías de Daniel, Río de Janeiro: Laemmert, 1968), 727-728; Francis D. Nichol, editor, The Seventhday Adventist Bible Commentary (El comentario bíblico adventista, edición revisada, Washington, D.C.:Review and Herald, 1977) tomo 4, 880, 881; Vilmar E. González, "Os 1290 e 1335 dias em Daniel 12" (Los 1.290 y los 1.335 días en Daniel 12), Revista Adventista, septiembre de 1982, 43-45; Jacques B. Doukhan, Daniel: the Vision of the End (Daniel: la visión del fin, edición revisada, Berrien Springs, MI: Imprenta de la Univerdidad Andrews, 1989), 153; William H. Shea, "Time Prophecies of Daniel 12 and Revelation 12-13" (Profecías relativas al tiempo en Daniel 12 y Apocalipsis 12 y 13), en Frank B. Holbrook, editor, Symposium on Revelation -Book 1 (Simposio acerca de Apocalipsis - Tomo 1), Serie producida por la Comisión acerca de Daniel y Apocalipsis, tomo 6 (Silver Spring, Maryland, Instituto de Invetigación Bíblica de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, 1992), 327-360; William H. Shea, Daniel 7-12: Prophecies of the End Time (Daniel 7 al 12, profecías relativas al tiempo del fin; El Amplificador de la Vida Bíblica Abundante, Boise, Indiana: Pacific Press Publishing Association, 1996), 217-233. 5Un importante análisis crítico de varias teorías más recientes acerca del cumplimiento de los 1.260, 1.290 y los 1.335 días se puede encontrar en la obra de Victor Michaelson, Delayed Time-Setting Heresies Exposed (Denuncia de ciertas herejías relativas a una tardía fijación de fechas, Payson, Arizona: Leaves-of-Automn, 1989). 6E.G. de White, "To the Church of Bro. Hastings House" (A la iglesia de la casa del Hno. Hastings), 7 de noviembre de 1850 (carta H-28, 1850). Vuelta a publicar en idem, Manuscripts Releases (Manuscritos puestos en circulación), tomo 5, 203; ibidem, tomo 6, 251, ibidem, tomo 16, 208. 7White, James, "The Judgment" (El juicio), Review and Herald, 29 de enero de 1857, 100. 8. Véase, por ejemplo, J.N. Loughborough, "The Hour of His Judgment is Come" (La hora de su juicio ha venido), Review and Herald, 14 de febrero de 1854, 30; Urías Smith, "Short Interviews with Correspondents" (Cortas entrevistas con corresponsales), Review and Herald, 24 de febrero de 1863, 100. Idem, "The Sanctuary" (El santuario), Review and Herald, 8 de septiembre de 1863, 116. 9.Elena G. de White, Testimonios Selectos, tomo 1, 220, 221. 10. Idem. "Temperance" (Temperancia), Manuscrito No. 50, 1893 (publicado en idem, Sermons and Talks (Sermones y charlas), tomo 1, 225, 226), en idem, Testimonios para los Ministros, 115, en portugués); idem, "Diary" (Diario), Manuscrito 176, del 4 de noviembre de 1899 (publicado en Comentario bíblico adventista,tomo 4, 1174); idem. "Help to be Given to our Schools" (La ayuda que se debe prestar a nuestras escuelas), Manuscrito 10, 1900 (publicado en el Comentario bíblico adventista, tomo 7, 949); idem, "To Our Church Members in Australasia" (A nuestros miembros de iglesia en Australasia), Carta B-6, del 17 de enero de 1907 (publicada en el Union Conference Record (Boletín de la Unión -- Australasiana), 11 de marzo de 1907, 1, 2). 11. Damsteegt, 169. 12. Shea, Daniel 7-12, 217-218. 13. Véase Froom, tomo 2, 241-243 y siguientes. 14. Véase ibid., 495-502. 15. (Frank B. Holbrook), "Editorial Synopsis" (Sinopsis editorial) al artículo de W.H. Shea, "Time Prophecies of Daniel 12 and Revelation 12-13" (Las profecías relativas a tiempo en Daniel 12 y Apocalipsis 12 y 13), en Holbrook, editor, Symposium on Revelation (Simposio acerca del Apocalipsis), tomo 1, 327. 16. E.G. de White, "Dear Brethren and Sisters" (Queridos hermanos y hermanas), Present Truth (La verdad presente), noviembre de 1850, 87. Véase también Primeros Escritos, 75. 17. Idem, Mensajes Selectos, tomo 1, 188, 191. (En portugués). 18.Idem, El Conflicto de los Siglos, 840. (En portugués). 19. Comentario de Elena G. de White en el Seventh-day Adventist Commentary (Comentario bíblico adventista), tomo 7, 971. 20. Idem, Mensajes Selectos, tomo 1, 56. (En portugués). 21. Véase idem, Counsels to Writers and Editors (Consejos a escritores y redactores), 33-51. Publicado por la revista Logos 3/2 septiembre 1999 página 20

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jueves, 20 de agosto de 2009

Cómo Interpretar los Símbolos. Por Ángel Manuel Rodríguez

¿De qué manera arriban los adventistas a la identificación de los reinos representados por los símbolos en los libros de Daniel y Apocalipsis?
En muchos casos, no fue difícil; pero en otros, mucho más. Es importante ser conscientes de las limitaciones y los riesgos inherentes a la interpretación de estos símbolos. Debemos comenzar por establecer un método adecuado de interpretación, para luego analizar cómo usarlo.

1. El método adecuado. Los cristianos han utilizado diferentes métodos para interpretar las profecías de Daniel y Apocalipsis. Los adventistas han adherido a lo que se que ha dado en llamar el sistema historicista de interpretación. De acuerdo con esta comprensión, las profecías abarcan un amplio período de la historia del pueblo de Dios, desde el tiempo del profeta hasta el establecimiento del reino de Dios sobre la tierra. Esta es la metodología provista a Daniel por un ángel enviado para interpretar la visión de Daniel 7. La profecía se refiere a eventos que cubren el período histórico desde el Imperio Babilónico hasta el tiempo del fin (Dan. 7:38, 44). Esta aproximación fue confirmada por Jesús, que indicó que la última parte de la profecía de Daniel 9 se iba a cumplir en la destrucción de Jerusalén (Mat. 24:15). Pablo también entendió la venida del anticristo como un evento futuro (2 Tes. 2:7-9). Sencillamente hemos seguido el sistema de interpretación bíblica.

2. Reinos claramente identificados. El libro de Daniel provee la aplicación histórica de los símbolos. El ángel intérprete le dijo a Daniel que surgirían cuatro reinos sobre la tierra, y que el quinto sería el reino de Dios. El ángel identificó por nombre a tres de los reinos históricos: Babilonia (Dan. 2:38), Medopersia (5:28; 8:20) y Grecia (8:21). El cuarto reino no es identificado, pero se suministra una descripción detallada de su naturaleza y acciones (7:19-26). Jesús dio a entender que era Roma (Mat. 24:15, 16; Luc. 21:20, 21). Mientras seguimos el contenido bíblico, estamos sobre terreno firme. Pero muchos otros símbolos no fueron interpretados por el ángel (por ejemplo, los 10 cuernos, el cuerno pequeño, las otras dos bestias de Apocalipsis 13, Babilonia, etc.). Cómo debemos identificar el cumplimiento profético de estos símbolos?

3. Reinos no identificados claramente. ¿Qué controles deberíamos utilizar para identificar el amplio bosquejo histórico que se encuentra en las visiones? Tenemos que movernos de lo que está claramente revelado en las profecías mismas a lo que ha sido dejado sin definir en términos históricos.

Primero, tenemos que darnos cuenta de que en Daniel 2 y 7 encontramos el bosquejo más importante de la profecía apocalíptica, tanto de Daniel como del Apocalipsis. Esta columna vertebral profética provee el bosquejo histórico indispensable que debe ser utilizado al identificar otras profecías apocalípticas y su cumplimiento dentro de la historia. Sabemos que el cuarto reino es Roma y que, de acuerdo con la profecía, sería dividido, y que uno de los pequeños reinos –un poder político y religioso– dominaría a los demás. Cerca del 200 d.C., Hipólito interpretó a la cuarta bestia como los romanos y al cuerno pequeño como el anticristo. Los intérpretes cristianos, a comienzos de la era cristiana, continuaron utilizando el sistema de interpretación usado por el ángel intérprete para identificar el cumplimiento histórico de las profecías apocalípticas.

Segundo, debemos prestar atención a la cronología de eventos localizada en la profecía misma. Por ejemplo, Apocalipsis 12 va del ataque contra el Niño (Cristo) a un ataque contra la mujer (su iglesia) y finalmente contra el remanente (los que viven cuando Jesús regresa). Note la progresión histórica.

Tercero, examinamos los eventos históricos, tomando en cuenta la línea profética de pensamiento. La historia indica que Satanás intentó destruir a Jesús y persiguió a la iglesia. El remanente está localizado entre el fracaso de Satanás por destruir a la mujer después de los 1.260 años y el ataque contra ella en el tiempo del fin. El papel escatológico de la bestia del mar y la otra de la tierra (Apoc. 13) toma lugar durante el tiempo del remanente.

Finalmente, deberíamos considerar que la historia tiende a revelar un proceso de autocorrección que llega a su clímax cuando las profecías encuentran su cumplimiento histórico.

Moverse de lo conocido a lo desconocido podría llevarnos fácilmente a una zona peligrosa de especulación humana. Para no caer en eso, deberíamos utilizar el mismo procedimiento empleado por el ángel intérprete, teniendo en mente que la profecía solo provee un bosquejo general de lo que sucederá a medida que nos aproximamos a los días finales de la historia de la tierra.


Fuente: Biblical Reseach Institute
Autor: Ángel Manuel Rodríguez. Doctorado en teología (ThD) Andrews University. Desde 1992 comienza a el trabajar para Biblical Research Institute (BRI) General Conference of Seventh-day Adventists y desde el 2002 es el Director. Autor de destacados libros y artículos en la revistas adventistas, destacándose su columna mensual en Adventist World. Fue director del Antillian College y vicepresidente académico del Southwestern Adventist University.

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jueves, 6 de agosto de 2009

¿Dónde pasará usted el milenio? Por Marvin Moore

Hay dos puntos de vista distintos respecto de dónde pasaremos el milenio. Afortunadamente, la Biblia nos da una clara respuesta.

Yo estudio la Biblia con un grupo de creyentes, y buena parte de 2005 y 2006 lo ocupamos en la lectura del Apocalipsis. Una de las cuestiones que surgieron en el estudio fue dónde pasará el milenio el pueblo de Dios. Alguien dijo que pasaremos el milenio en esta tierra. Yo pienso que lo pasaremos en el cielo. En este artículo compartiré las razones bíblicas por las que creo esto.

La descripción del milenio se encuentra en Apocalipsis 20. Sin embargo, en todo el capítulo sólo el versículo cuatro dice algo acerca del pueblo de Dios en el milenio. Esto es lo que dice: “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.

El término señalado en letra cursiva (vivieron) expresa que los hijos de Dios resucitarán en ocasión de la segunda venida de Cristo, para luego reinar con él. Por lo tanto, este versículo es una imagen que describe al pueblo de Dios durante el milenio, después del retorno de Jesús. Sin embargo, se guarda absoluto silencio respecto de dónde estará el pueblo de Dios en ese tiempo. Afortunadamente, otros textos de la Biblia, algunos en el mismo Apocalipsis, proveen evidencia significativa de que los hijos del Señor pasarán el milenio en el cielo.

La promesa de Jesús

Durante la última cena con sus discípulos, Jesús les anunció que pronto los dejaría (S. Juan 13:33). Esta información perturbó el ánimo de cada uno de ellos, por lo cual, con la intención de consolarlos, el Señor les reveló dónde pasarían el milenio. “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis (S. Juan 14:1-3). Las siguientes declaraciones resumen lo que Jesús dijo:

- En primer lugar, él iría a la “casa” de su Padre (que la Biblia dice que está en el cielo; véase Hebreos 1:3; 8:1) a fin de preparar un lugar para sus discípulos.
- Luego, él retornaría a la tierra.
- Cuando volviera, él tomaría a sus discípulos (y a nosotros) para que estuvieran con él.
- Para que, finalmente, todos pudieran estar donde él está; es decir, en el cielo. Según el mismo Jesús, estaremos en el cielo con él después de su segunda venida, no en esta tierra.

Y hay más.

La separación de los justos y de los impíos

He encontrado que la mayoría de las personas que creen que los justos pasarán el milenio en esta tierra también creen que los impíos vivirán con ellos. La diferencia, dicen ellos, es que mientras hoy el mundo es gobernado por los impíos, después de la segunda venida de Cristo será gobernado por los justos.

El problema con esta interpretación es la siguiente: en ningún lugar del Nuevo Testamento se sugiere en absoluto que los justos y los impíos vivirán lado a lado después de la segunda venida de Cristo. Al contrario, Jesús dejó muy claro que los dos grupos estarán separados. En San Mateo 13:24-30, el Señor relató una parábola acerca de un labrador que sembró buena semilla en su campo, y luego una noche un enemigo esparció semillas de cizaña en todo el campo. Así es cómo Jesús interpretó esta parábola para sus discípulos: “De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre” (S. Mateo 13:40-43; la letra cursiva es agregada).

Las palabras en letra cursiva expresan claramente que en la segunda venida de Cristo los ángeles separarán a los impíos de los hijos de Dios.

Jesús enseñó la misma lección en la parábola de las ovejas y los cabritos: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos” (S. Mateo 25:31, 32). Jesús concluyó su parábola con esta declaración inequívoca: “E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (S. Mateo 25:46).

Si los impíos son separados de los hijos de Dios a la segunda venida de Cristo, no pueden al mismo tiempo convivir durante el milenio.

Un planeta devastado

La Biblia también dice que antes de la segunda venida de Cristo el mundo será devastado por terribles desastres naturales.

En Apocalipsis 7:3 y 4 leemos que los 144.000 justos vivirán en el mundo justo antes de la segunda venida de Cristo. El versículo tres dice que un ángel mandará a cuatro ángeles a que no hagan “daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos [los 144.000] de nuestro Dios”. Obviamente, una vez que los hijos de Dios sean sellados, la tierra, el mar y los árboles serán destruidos.

Y la tierra, el mar y los árboles forman parte del mismo sistema ecológico por el que hoy se preocupa la mayoría de los científicos. El Apocalipsis nos está diciendo que poco antes de la segunda venida de Cristo el mundo será devastado por desastres naturales terribles.

En Apocalipsis 6:12-14 leemos que el mundo será devastado por un terremoto global en la segunda venida de Cristo: “Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto... y todo monte y toda isla se removió de su lugar”. Este mismo terremoto es descrito en Apocalipsis 16:18: “Entonces hubo relámpagos y voces y truenos, y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra”. El versículo 20 agrega que “toda isla huyó, y los montes no fueron hallados”.

Se trata de un terremoto tan poderoso que pulverizará toda montaña y hará desaparecer las islas en el océano, dejando la tierra en la absoluta ruina. Pensemos en cómo quedaron las torres gemelas de Nueva York luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001. ¡El terremoto de la segunda venida de Cristo destruirá los rascacielos de todas las ciudades de la faz de la tierra!

Finalmente, Jesús mismo dijo que la tribulación previa a la segunda venida de Cristo será tan severa que “si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo” (S. Mateo 24:22). En otras palabras, la raza humana se extinguiría si Dios no limitara los desastres naturales en el mundo durante el conflicto final. La segunda venida de Cristo pondrá fin a estas calamidades, ¡pero nuestro planeta no será un lugar muy habitable!

Ahora, preguntémonos: ¿vivirán los hijos de Dios en un lugar que fue devastado por la segunda venida de Cristo? La respuesta es obvia: ¡No!

Qué dice el Apocalipsis

De hecho, el Apocalipsis dice exactamente lo contrario. La Biblia nos da cuatro visiones de los hijos de Dios luego de la segunda venida de Cristo, y cada una de ellas es del cielo, no de la tierra.

La primera visión, en el capítulo 7, es de “una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero” (Apocalipsis 7:9; la cursiva es agregada).

Y notemos la condición ideal en la que su pueblo vivirá: “Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos... y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” (Apocalipsis 7:16, 17). Nuevamente, ésta es una descripción de una vida perfecta en el cielo, ¡no una existencia entre los impíos en un planeta destruido!

La segunda visión del pueblo de Dios durante el milenio está en Apocalipsis 14:1, 3. Juan dice: “Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil... y cantaban un cántico nuevo delante del trono. Nuevamente, los redimidos están delante del trono de Dios en el cielo, no en esta tierra.

La tercera visión, en Apocalipsis 15:2, nos muestra “a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre, en pie sobre el mar de vidrio”. Apocalipsis 4:6 dice que “delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal”, lo cual significa que el mar de vidrio está en el cielo.
La contienda entre el pueblo de Dios y los poderes de la bestia terrenal (véase especialmente Apocalipsis 13) es el conflicto final entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal en nuestro planeta, y la escena de Apocalipsis 15 nos muestra quiénes han vencido “a la bestia y a su imagen”. Así, el conflicto entre el bien y el mal ha llegado a su fin. Los hijos de Dios están en el cielo delante del trono de Dios. Esto obviamente ocurre después de la segunda venida de Cristo, durante el milenio.

La visión final de los justos que vierte el Apocalipsis después de la segunda venida de Cristo, durante el milenio, está en el capítulo 19. Y aquí Juan lo dice claramente: “Después de esto oí una gran voz de gran multitud [los justos] en el cielo” (Apocalipsis 19:1; la cursiva es agregada).

Así, la evidencia de la Escritura es muy clara: El pueblo de Dios estará separado de los impíos en la segunda venida de Cristo; y estará con Dios en el cielo, no viviendo con los malvados en un mundo devastado.

En la conclusión de la investigación acerca del milenio, todas las personas del grupo de estudio de la Biblia coincidieron en el punto más importante: Cada uno de nosotros queremos pasar el milenio con Jesús. Esto significa que debemos conocerlo hoy y comprometernos a mantener una relación con él hasta que vuelva.

Yo invito a cada lector... a tener el mismo compromiso.


Fuente: El Centinela
Autor: Marvin Moore, escritor adventista, editor de la revista "Signs of the Times". Autor de mas de 30 libros, de los cuales han sido traducidos al español, "La Gran Catastrofe', "Anticristo y Nuevo Orden Mundial", "El desafió del Tiempo Final", "Evangelio & legalismo" y "¿Será que podría pasar?". Imparte seminarios a través del ministerio "Hope for the End Time" Seminars

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